[ESP-ENG] EL CRIMEN DEVASTADOR

E S P A Ñ O L

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La mirada de Rebeca se quedó marcada en mi rostro con tanta intensidad, que temí por ella. La sujeté de los brazos impidiendo que se desmayara, pero ella estaba tan inerte e impactada como si hubiera visto un fantasma. Le hablé fuerte, le agité, pero ella solo reaccionó con jadeos, luego me señaló el interior de su casa, invitándome a ver lo que había hecho.

Al entrar, preocupado y precavido, divisé el cadáver de Daniel, explayado sobre el suelo de la sala. Había mucha sangre en el piso, el cuerpo había sido apuñaleado tres veces y, para rematar, recibió un fuerte golpe en la cabeza con un jarrón de cerámica. Rebeca no quiso hablar, estaba completamente suspendida sin palabras. Tomó un cigarrillo y lo fumó en el frente de su casa.

Comencé a pensar rápido, hubo pensamientos extraños que pasaron por mi mente, uno de ellos, el que pude ejecutar, era el deshacerme del cuerpo de Daniel, luego crear una coartada creíble para que Rebeca saliera ilesa, pero ella se veía muy afectada, han pasado veinte minutos y no ha dicho ni una palabra. Fui tras ella y la sujeté del brazo. Ella me miró impactada con el cigarrillo por la mitad suspendido entre sus dedos. Las lágrimas le corrían, sin necesidad del llanto.

Me desvió la mirada. Quería repelerme pero la culpa no la dejaba. Le dije que la ayudaría, se lo había prometido, solo necesitaba que se tranquilizara. Ella me miró de nuevo con los ojos encolerizados y relampagueó de rabia.

— ¿Ayudarme? ¡Me has condenado!

— ¡No!, todo lo he hecho por ti, por tu bienestar…

— ¿Bienestar? ¡Estoy peor que antes, no debí hacerte caso!

—Pero lo hiciste y ahora no hay vuelta atrás. Así que ayúdame a transportar el cadáver si no quieres pasar veinte años en prisión.

Rebeca rompió en llanto. Comencé a sentir lástima por ella. Mis palabras fueron muy duras, debí asegurarme primero de que estaba lista de cometer tal acto. Se puso de rodillas y me suplicó que la guiara. La suavicé con mis palabras y ella se calmó por completo. Me dijo que me ayudaría, con la condición, de que no tocaría el cadáver de Daniel en ningún momento. Yo acepté.

Embarqué el cuerpo en el auto. Rebeca condujo hacia la dirección indicada. Se veía más serena, pero con una expresión seria. Nos mantuvimos callados hasta llegar a nuestro destino, pues, cualquier comentario haría que ella se quebrara de nuevo.

Llegamos a un terreno baldío a un lado de la ciudad. Descargué el cadáver y lo coloqué a unos metros. Estaba muy oscuro, lo único que alumbraba eran las luces del auto. Rebeca no se asomó ni por un instante, mientras yo enterraba el cuerpo de Daniel, ella se quedó en el auto reflexionando con un cigarrillo. Miraba a las estrellas, sabía que por su mente, ella no podía creer lo estaba pasando.

Una vez terminado, me acerqué a ella, limpiándome las manos de tierra. Rebeca me miró nuevamente preocupada y me dijo.

— ¿Qué hemos hecho?

—Lo que debíamos hacer.

— ¿No te arrepientes?

—Para nada, Daniel debía morir. Ambos lo sabemos.

—Yo lo amaba…

—No te creo. La manera en como lo mataste exponía mucha rabia. Si lo amaras de verdad, te hubieras detenido.

—No pude hacerlo. Tu voz en mi cabeza me ordenaba que lo hiciera. Me obligaste a matarlo.

Rebeca me miraba fijamente entristecida. Coloqué mi mano en su hombro, intentando de darle algo de respiro. Le di unas últimas instrucciones y luego regresamos. En el camino nos separamos con los planes ya hechos. Al día siguiente, Rebeca se suicidó, en la sala de su casa y sobre el mismo lugar donde había matado a Daniel.

FIN