El falso adivino


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Cuentan que hace mucho tiempo en un reino muy lejano, gobernó un rey muy rico y poderoso, que era fanático de las joyas. Este rey tenía un salón, donde exhibía sus gemas a los visitantes de la corte, ufano y orgulloso de su colección, que según muchos, era una de las más grande del mundo. Un día, una de sus atesoradas joyas desapareció misteriosamente del salón, sin que se supiera como, cuando y quién había sido el autor del robo.

El rey se encolerizó, amenazando a todos los sirvientes de la corte diciendo: que si su joya no aparecía, eran muchas las cabezas que iban a rodar. Y todos sabían que él no hablaba por hablar. Unos de sus consejeros que no quería perder la cabeza, le recomendó que buscara un gran adivino, para que el mago en cuestión encontrará la joya, ahorrándose tanto derramamiento de sangre. El rey que era un sanguinario desmedido, pero más le interesaban sus riquezas, aceptó la sugerencia.

El único y pequeño problema, que tenían los encargados de buscar al adivino, consistía en que la lista de adivinos decapitados por el susodicho, era más larga que chinchorro e culebra. En otras palabras, nadie quería ir a la corte a ofrecer sus servicios, porque ya sabía el fin que le esperaba. Sin embargo, emitieron el comunicado y lo colgaron por el reino, a ver si había un loco que aceptara. Y se dispusieron a esperar. Para su sorpresa, un tipo con pinta de todo menos de adivino aceptó al final del día.

Lo parapetaron y vistieron para que el rey no lo rechazara, después se lo presentaron a su majestad. El rey le contó lo sucedido y le hizo la advertencia de rigor, o sea la posibilidad de decapitación. De paso le dijo, que le daba veinticuatro horas, y que ya no podía reusarse; porque si no; igual se lo raspaba. El tipo resignado aceptó, diciéndose para sus adentros que por lo menos por un día iba a vivir y comer como un rey.

Amaneció muy lentamente para el adivino, que había hospedado en una de las habitaciones más lujosas del el castillo. A primera hora de la mañana, le trajeron el desayuno. Cuando vio la suculenta comida comentó en voz alta: - Gracias a Dios ya vi la primera. La sirvienta que lo atendió, lo miro con extrañeza y algo nerviosa esperó que comiera y se llevó los platos. Cuando al mediodía vino la siguiente comida dijo:- Ya vi la segunda y la reacción de la muchacha que no era la misma que lo había atendido en la mañana, fue idéntica a la otra. Al atardecer cuando llegó otra de las sirvientas con la cena, este dijo con acento de fatalidad: Ya vi la tercera y la última. No había terminado de hablar, cuando la muchacha cayó de rodillas, uniéndosele las otras dos diciéndole al unisono: No nos denuncie por favor, ayúdenos para que el rey no nos decapite. Lo hicimos por necesidad para ayudar a nuestras familias. El hombre que al principio estaba tan asombrado y asustado como ellas, entendió que estas mujeres eran las ladronas de la famosa joya. Uniendo las manos en actitud de oración dijo:

-Créanme que yo no sabía que ustedes eran las ladronas. Entonces ellas desconcertadas le preguntaron. - y porque usted cada vez que vio a cada una de nosotras decía, ya vi la primera, ya vi la segunda y ya vi la tercera y última. Entonces él les dijo: - Yo no me refería a ustedes, sino a la comida, porque como yo no soy un adivino de verdad, sabía que al día siguiente me iban a matar. Ellas mirándolo con lágrimas en los ojos le preguntaron:

-¿Que va hacer con nosotras, le rogamos nos diga?

El hombre que dentro de su pobreza era un ser inteligente y no tenía mal corazón, les dijo lo siguiente:

-De esto podemos sacar provecho ustedes y yo, pero tienen que hacer exactamente lo que yo les diga, sino los cuatro moriremos. Ustedes por ladronas y yo por mentiroso. – díganos y nosotras le obedeceremos.

-Pronto anochecerá cuando esto ocurra, una de ustedes tomara la joya y se la meterá con mucho cuidado para no matarlo, por el buche en uno de los patos que hay en los jardines. Después tomaran el pato y lo encerrarán para que no se escape o lo roben. En la mañana, justo cuando yo esté hablando con el rey, le amarrarán una cinta de colores y lo soltarán otra vez en el patio. Así lo hicieron, siguiendo la orden al pie de la letra, y esperaron rezando por que el plan del mago falso tuviera éxito.

Amaneció muy rápido, el falso adivino, el cual durmió como una piedra, fue llamado para comparecer ante el rey. Este al verlo, sin ni siquiera saludarlo, le espetó ¿qué si ya sabía dónde estaba la joya y quien la había robado? Entonces el mago, dijo que sí que ya lo sabía, que la joya la había robado una bruja, que con un hechizo se había convertido en pato. Que todavía estaba en palacio, porque el efecto de la pócima no había pasado y que la podrían reconocer por que llevaba una cinta de colores en su cuello.

El monarca envió inmediatamente, una comitiva que le buscaran al pato o pata, y lo trajeran a su presencia, para abrirlo y comprobar la historia del hechicero. Trajeron al pobre animalito, y efectivamente dentro del mismo estaba la joya. Todo era loas y alabanzas para el adivino, el rey que era un zorro viejo como todos los políticos, no se creyó mucho la cosa. Pero no tuvo más remedio que exclamar:

-Estoy en deuda con usted que quiere que le regale, lo que pida se le otorgará.

El mago volvió a dar muestra de inteligencia y hasta de sabiduría y dijo:

-Para mí no pido nada, quiero que entre todos los sirvientes y trabajadores del castillo, se reparta en partes iguales, lo que su majestad tenía destinado como recompensa, dando un porcentaje más, a las damiselas que me atendieron que me trataron como a otro rey.

El rey enseguida supo, que no estaba ante un hombre común, y aunque él no creía en magos o hechiceros, lo tomó como consejero de la corte. A partir de su incorporación como consejero, cuentan que el rey dejó de ser tan cruel y el reino gozó de muchos años de dicha y prosperidad. Y Colorín colorado…

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