El peso tenía que estar exacto más no adulterado



El peso tenía que estar exacto más no adulterado



Esta es la historia de una señora que ya entrando en años de edad avanzada le había dado a la vida todo lo que estuvo a su alcance.

Sólo le quedaba su humilde casa y su amado esposo, el cual era unos años mayor que ella y para colmo su salud se había deteriorado un poco, pero todavía podía valerse en casa por si mismo.

Esta señora era bien plantada, sagaz y muy despierta. Resulta que ella era la que tenía que ir al mercado cada quince días para comprar las provisiones de la comida para su esposo y para ella.

Pero como ella sabía que los hombres que tenían los puestos de las mercancías en el mercado en su totalidad no eran honestos, ella acostumbraba a llevar consigo una bolita de plomo la cual pesaba 100 gramos.


Entonces, cuando llegaba a un puesto y veía algo que le gustaba, pedía una bolsa y agarraba lo que necesitaba al terminar de agarrar todo lo que necesitaba, le pedía al dueño del puesto que la dejara hacer algo primero.

Sacaba su bolita de plomo y si daba justamente los 100 gramos, se ponía muy feliz y dejaba que el hombre le pesará toda la mercancía que ella había elegido.

Pero si era al contrario, se enojaba muchísimo y con respeto y educación le decía al hombre que por deshonesto no le compraría nada porque eso era todo lo que ella poseía para su esposo y no iba a permitir que ningún rufián le quitará lo que por derecho le correspondía.

De esta manera la señora por decirlo así, se hizo un gran nombre de honestidad entre todos los mercaderes y después de transcurrir el tiempo solo sacaba su bolita de plomo cuando en algún puesto veía la cara de una persona desconocida.

Con su actitud, honestidad y respeto se ganó el cariño de todos en el mercado y ellos ya no le quitaban a las personas su dinero ya que gracias a ella y su manera de proceder sus pesos siempre estaban exacto.


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