Las manos de la madre
Los latidos del corazón de la madre traspasan la tela floreada, pero también martillean la sien que vibra y se engorda de sangre. Cachita llora, bajo cualquier pronóstico, aunque en el fondo supiera el desenlace, aunque ella mil veces se lo hubiese advertido, aún le quedan lágrimas para llorar al último hijo.
Tuvo tres. Varones todos. Desde pequeños agarraron calle. Cachita llegaba del trabajo y salía a buscarlos. A veces los encerraba, pero ellos siempre encontraban la forma de salir. Después crecieron y ya fue imposible agarrar las riendas. Los vecinos le comentaban de los malos pasos, pero ella se negaba a creerlo. ¿Qué madre cree que su hijo es malo?
Y ahora está allí, sobre el asfalto caliente, mirándose las manos. Manos callosas de madre que trabajó para sacar adelante a sus hijos que ya no tiene. Se mira las manos como si le dijera a Dios: "¿Cómo juntar mis manos ahora para rezarte, si antes las unía porque dentro de ellas estaba lo que más quería? En cambio ahora, la vida me las ha dejado vacías".