El hijo perdido | Microrrelato

Photo by Richard Stachmann en Unsplash

Apenas la vi, corrí con desesperación, me abalancé sobre ella, la abracé y la besé como si no existiera un mañana.

Había estado perdido de casa, y aunque todo parecía indicar que nunca volvería a encontrar el camino de regreso, algo muy dentro de mí me decía que si permanecía en los alredores de donde me había extraviado, algún día mi madre me encontraría. Estaba seguro de que ella no cesaría en su empeño por encontrarme.

Todo ocurrió una calurosa noche cuando estuve castigado por mis tremenduras y acciones instintivas que a veces uno no sabe ni porque las hace; pero ahí estaba, más que arrepentido, preocupado porque sé que todo acto tiene sus consecuencias, aunque en el momento uno no las mida. Cosas de la juventud.

Para mi sorpresa, en medio de aquella situación, llegó papá invitándome a salir, quizá para esperar a que se calmaran un poco las cosas en casa, así que rápidamente accedí, me subí en el carro y fuimos a dar un paseo por una zona que nunca había visitado. Estaba un poco retirada de la casa porque recorrimos un buen trecho.

En medio de la oscuridad y la emoción del paseo no me percaté del lugar a donde habíamos llegado, pero a lo lejos podía divisar grandes animales, quizá vacas o caballos, y cuando nos detuvimos, corrí a ver de qué se trataba. Recorrí el lugar, me acerqué a esos animales y me entretuve contemplando la belleza de aquel paraje.

Una luna redonda como un gran farol iluminaba el campo, haciendo que las sombras de los árboles se proyectaran sobre mí como grandes espectros y me asusté un poco, pero no tanto como cuando divisé a lo lejos lo que parecía ser un cementerio. Se me erizaron los pelos y asustado corrí de regreso al automóvil, pero cuando llegué, ya no estaba donde nos habíamos estacionado.

Una alerta en forma de pálpito se activó en mí y comencé a correr como loco por los alrededores, pero no había nada ni nadie que pudiera ayudarme, y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba perdido. ¿Cuánto tiempo estuve contemplando el paisaje y el ganado? ¿Qué tanto me adentré en el extenso terreno que me rodeaba? Realmente no lo sabía. Lo que importaba era que mi padre se había marchado y me encontraba en medio de la soledad, rodeado de animales indiferentes y sombras que intentaban atraparme. Entré en pánico, pensando en la maldad de los seres humanos que en cualquier momento podrían aparecer y lastimatme. Había perdido la seguridad de mi casa y la calidez del amor de mi madre.

No sé cuántos días pasaron, escondiéndome de la gente que me miraba con desprecio, como queriendo hacerme daño y rebuscando entre la basura cualquier cosa medio decente que pudiera servirme de alimento. Aveces en medio de mi temor y delirio me parecía oír la voz de papá llamándome, y a lo lejos veía su silueta, pero dudaba de si era él o solo un engaño de mis ojos. No sé cuántos días fueron, pero me parecieron una eternidad.

Esta vez la historia tuvo un final feliz, y después de todo no fue mala idea permanecer en los alrededores del lugar donde me había pedido, porque un buen día –quizá el más feliz de mi vida– escuché a lo lejos la inconfundible voz de mamá pronunciando fuertemente mi nombre. Sabía que no dejaría de buscarme y que tarde o temprano me encontraría.

Tuve la suerte de regresar a casa sano y salvo –suerte que otros tantos no han tenido– y es algo que valoro ahora más que nunca. Quizá no sea el lugar perfecto, sin lujos ni paseos, pero este es mi hogar.

--Texto de mi autoría E.Rivera--

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Foto real de Tyson

Esta historia está basada en un episodio real e inolvidable de la vida de Tyson, que nos enseña que una mascota es un miembro más de la familia, y que indistintamente de su conducta o las circunstancias, jamás deben ser abandonados. Su madre siempre lo supo, pero ahora lo sabe el resto de la familia.

Fuente: Foto de Tyson cedida por su madre humana para esta publicación

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