El ritual (Cuentos de Mizú)

Arte: Julian Met'yu


Nota del autor:

Hago esta nota previa por diversas razones. Primero para agradecer al lector por su tiempo e invitarle a seguir leyendo no solo esta, sino más de las obras que otros bien talentosos escritores comparten en esta plataforma. En segundo lugar, quisiera decir con mucha satisfacción que celebro que este proyecto ya tenga un año de edad. He aprendido mucho aquí, sobre todo sobre escritura, y toda la experiencia ha sido sumamente grata. Si algo puedo decir con certeza es que ha valido la pena. Hive es un espacio para que todos tengamos libertad y crezcamos como personas. Así ha sido como lo he vivido, y espero que muchas más personas se unan a este que ya no es más un experimento, es un éxito que apenas está comenzando.

La historia que hoy presento tiene, en todos los sentidos, un formato diferente al que he presentado hasta ahora, aunque se parece mucho al estilo que vine desarrollando. Lo que aquí publico no es el resultado de un concepto crudo, ni un intento de poesía o un descuidado borrador. Ahora es lo que quiero narrar justo como lo quiero narrar. Eso sí, como es costumbre no tengo ni idea de cuanto tiempo voy a dedicar este proyecto, pero sé que lo haré con la mayor entrega posible.


Una vez más, una gran aglomeración de gatos se formaba detrás de la vieja capilla de San Martín De Los Altos. Eran audibles algunos maullidos musitados que se entrelazaban ocasionalmente y se fundían en un sonido más abrupto. La reunión se había dado sin convocarse cuando supieron que el gran Mizú, el viejo y conocido aventurero, al fin regresaba al pueblo tras un extenso viaje. Luego de algunos minutos que nutrieron la álgida expectativa, el fornido y peludo Domingo, su más viejo amigo en el pueblo, se precipitó entre la muchedumbre y exclamó:

—¡Ya está aquí!

Los ojos penetrantes y siempre adormecidos de Mizú ya estaban sobre ellos y les recorrían desde una cornisa. Todos dirigieron su mirada hacia él cuando dio un brinco, descendió al suelo, y cruzó para ubicarse en medio de ellos, quienes lo recibían con gran algarabía.

—Calma, compañeros. Calma —dijo Mizú, y luego soltó bostezo—. Sé que tienen muchas preguntas, y se han tomado la molestia de venir a acompañarme esta noche. Les agradezco enormemente que se hayan dispuesto a recibirme. Y sinceramente pido disculpas por no haber podido encontrarme con ustedes antes. Sucede que mi último viaje ha sido muy largo y agotador. Además he dejado muchos pendientes en estas tierras.

Sé que esperan que cuente algunas historias esta noche como lo he hecho tantas veces, y seguramente pensarán que mi más reciente viaje me ha sido de utilidad para hacerme con grandes anécdotas. Al fin y al cabo, he partido en búsqueda de ello. Mi propósito era hacer nuevos descubrimientos sobre aquellos horrores que desafían la frágil cordura de los humanos.

Pues así es, queridos felinos, hay diversas y muy interesantes historias por contar sobre este largo viaje, pero los relatos que he de narrarles durante esta serena velada no son sobre un evento reciente. Hoy he venido aquí, bajo esta pálida luna creciente, para contarles sobre eventos que ocurrieron hace mucho, mucho tiempo. Y no fue en un lugar exótico y lejano como aquellos que acabo de visitar en mi aventura. Estos eventos ocurrieron muy cerca de aquí, en mi pueblo de origen, uno que seguramente todos han oído nombrar.

Es bien conocido el nombre de aquel sitio desahuciado empañado por la desgracia, azotado por sus memorias de horrible fatalidad y los terribles maleficios que aún hoy en día le ensombrecen. Ese lugar es el desolado pueblo de Heiligen. Aquel que enerva y estremece incluso al más bizarro de los humanos con solo ser nombrado. Pero como podrán imaginar, las fuerzas malignas que convergen allí no llegaron por simple casualidad. Heiligen no sufre su triste destino por el designio de entidades divinas con un humor muy pesado. Fueron acciones y decisiones humanas las que le condenaron.

En realidad hubo un sinfín de tragedias causadas por insólitos actos de egoísmo e insensatez. La mayoría de estas historias ya casi nadie las recuerda, y quienes aún conocen los secretos viles que llevaron al pueblo a su inexorable ruina no se atreven nunca a pensar en ello.

Incluso a mí, que estoy curtido por mis años de experiencia, me causa incomodidad hablar sobre Heiligen. Pero creo menester hacerlo por razones que les detallaré más adelante. Y para empezar, quisiera hablar en especial sobre uno de los eventos que más condenaron aquel pueblo fantasma. Esto ocurrió una noche de marzo, un viernes santo.

Fue en una época en la que aquel alegre color que alguna vez tuvo Heiligen ya empezaba a desgastarse. Esa noche aciaga el sonido los grillos era particularmente débil, y las grandes criaturas del bosque permanecían mudas, como si hubieran acordado guardar completo silencio. Tal vez, sin saberlo, percibían con temor el insólito acto profano que estaba por ocurrir.

Había una vieja granja abandonada al norte del pueblo. Para ese tiempo en el paisaje solo quedaban un par de árboles robustos, corrales y establos vacíos, un campo cubierto de espesa hierba, y una casa gris y deslucida, casi totalmente devastada por el tiempo, con apenas de la mitad de su techo e incluso menos tejas. Tenía un sótano olvidado, húmedo y de paredes mohosas donde se evidenciaba una grave ocupación de arañas. Durante mucho tiempo aquel lugar no había recibido visitante alguno, y así fue hasta la tarde de ese día.

Una cálida luz de color ámbar se dejaba colar entre la rejilla que daba aire al sótano. Había alguien allí, y no era solo la cabra inquieta que emitía algunos tímidos balidos. Esta fue llevada allí y aprisionada por una persona. Una joven que apenas alcanzaba la edad para llamarse mujer. Ella tenía un propósito tan infame que se ha dado a creer que había sido poseída por algún espíritu maligno. Sin embargo, esos rumores son totalmente falsos. Aquella joven estaba consciente y determinada a llevar a cabo su execrable misión por voluntad propia.

La imprudente aprendiz de bruja tenía un bellísimo semblante angelical. Vestía con ropa vieja y raída y llevaba sus pies descalzos. Portaba en su mano un largo y muy afilado cuchillo de caza. Se dio media vuelta, desató a la cabra y la arrastró al medio del altar. La tomó por los cuernos mientras el animal se quejaba y pataleaba desesperado. Con un solo tajo le cortó garganta con gran crueldad y sin inmutarse, vertiendo su sangre en una cubeta magullada hasta que no quedó ni una gota por caer.

La joven tomó al cadáver y acabó por decapitarle totalmente. Alzó la cabeza y la colocó en medio del altar plagado velas y símbolos de hechicería. Se arrodilló frente a ella, tomó la cubeta y la vertió sobre su cuerpo hasta que quedó totalmente empapada. Luego empezó a orar y cantar con su dulce voz a deidades ya olvidadas desde hace eones, y recitó sus nombres tan bien como su lengua humana le permitió hacerlo. Las sombras se arremolinaron sobre ella, cubriendo su vista como una niebla que la envolvió de un místico aura de maldad inenarrable.

Apenas un par de destellos cruzaban limpiamente entre las gruesas capas de tinieblas, tocando su retina excitada por el fuego. Y de súbito, la cabeza inerte de la desafortunada cabra abandonó la quietud de la muerte, y empezó a reírse histéricamente mientras la oración diabólica de la joven invocadora se escuchaba cada vez más como gritos deformes y carentes de sentido.

Quien hubiese atestiguado aquello hubiera sucumbido a un terror paralizante cuando el fuego de las velas se elevó como pilares. La cabeza en el altar se movía frenéticamente emitiendo un espantoso rugido gutural. Sus ojos se encendieron de un fuego carmesí. De nuevo, la cabeza sangraba. De ella emanaba abundante sangre que corría hasta el suelo alfombrado con hierbas.

Voces de otros mundos que no se alcanzan ni con la muerte se filtraron con la entidad que marcó su presencia con un grito ensordecedor. La cabeza se elevó en el aire, y se acercó a la joven envuelta en sangre su sudor. Su pelo se tiñó de negro, y de su cuello se formó una repulsiva masa de carne y huesos que crecía y palpitaba con horrorosa forma. Un olor a carne podrida y azufre se desató mientras la joven lloraba y cantaba. Frente a ella, su invocación se materializaba cada vez más rápido, hasta que un cuerpo llegó a formarse por completo.

La joven contempló incrédula el resultado de su rito. La cabeza ahora tenía un torso y extremidades humanas, como de un hombre atlético y sutilmente fornido. Este se acercó a ella, quien yacía arrodillada en el suelo asombrada por su éxito, pero temerosa de aquel horrible ser extraordinario que comenzaba a tocarla. Su rito no estaba completo aún, y ya no tenía más remedio que acabarlo. Se acercó hasta el pecho del demonio materializado. Sacó su lengua lentamente y lo lamió de abajo hacia arriba con una grácil sutileza. Alzó la mirada, levantó su mano, y acarició tiernamente sus cuernos. Su otra mano sedujo a su invocación que no dudó en despojarla de su ropa.

El demonio saboreó su mejilla y luego su oreja. La tiró al suelo violentamente, y la tomó con sus dedos fríos clavando sus garras negras en su piel, dejando ligeras cicatrices alrededor de sus costillas. Ella emitió un gemido enérgicamente, él respondió gruñendo sobre su rostro y ella gimió de nuevo. La fuerza del monstruo antropomorfo era suficiente para dominarla a su antojo. Esa noche los ángeles lloraron al ver su danza erótica bañada de sangre y fuego.

Aquel rito pagano se llevó a cabo durante horas. Cuando el primer gallo cantó, antes del amanecer, ya la cabeza de cabra que tenía la forma material de aquel demonio había madurado. Finalmente había adquirido una apariencia completamente humana. Ahora era un rostro encantador que miraba con amor a la osada mujer que le había traído a nuestro mundo. Su perverso ritual había sido completado.


"Los Cuentos de Mizú" Es una antología de cuentos de horror escrita por Eddie Alba e ilustrada por Julian Met'yu. Esta nos lleva a conocer las historias del distinguido y desaliñado Mizú, un gato experto en ciencias oscuras y gran conocedor de leyendas que investiga las interacciones de los seres humanos con lo sobrenatural.

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