No sé qué me da más miedo; si tener que ir a dormir con la idea de que no podré despertar o que muera en mis sueños sofocado por alguna maldad hambrienta. Van tres noches en que he despertado a gritos, con la idea de que voy a morir. El cansancio me consume. La desesperación es una dama siniestra que se sienta a mi lado en la mesa. Le temo hasta mi cama, aunque mi cuerpo no comprenda la gravedad de mi situación. Me asusto cuando mis ojos se cierran, así sea para parpadear.

Una noche de desgracia en que me quedé completamente desprovisto de compañía humana, rompí el silencio en sollozos al creer que una muerte brutal para mí se aproximaba. Decía: «¡Por favor no, ten piedad!», una y otra vez, agitando mis brazos y piernas con ferocidad. Los vecinos golpeaban las paredes de mi apartamento, quejándose por mi espeluznante ruido, pero, ¿cómo podía atenderlos?

Vi como una sombra se deslizaba para huir por mi ventana. Cerré las cortinas y sellé las aberturas con cinta adhesiva. Me arrinconé de nuevo mientras pasaba mis ratos de ansiedad: ¡Oh, ese día fue terrible! ¡Definitivamente algo viene por mí!

Soñé que estaba en medio de una carretera rodeado de un bosque que desconocía. Había absoluto silencio al principio, pero luego fue interrumpido por el crujir de unas ramas. Involuntariamente me dirigí hacia el sonido y, antes de poder dar un claro vistazo, un brazo espeluznante y grotesco me arrancó la cabeza de un tajo.

Fue así como desperté y no volví a dormir esa noche. A la mañana siguiente, mientras revisaba mi celular, leí la noticia de un chico que fue asesinado al pie de un bosque en una carretera en Niebla, España. El cuerpo estaba decapitado y con las piernas mordisqueadas, también se hallaba completamente seco, sin una gota de sangre. Apagué mi celular después de leer el artículo y me hundí en mis temores con los ojos desorbitados.

Es la tercera noche que tengo una «visión», ¿será que todo esto es real?, ¿será que estoy muerto y ahora este es el infierno? Esta premonición fue más terrible que la anterior, en la que soñé que era una adolescente que había sido secuestrada y adormecida por un sádico pervertido. Afortunadamente no llegué a experimentar lo que ese enfermo le hizo a la muchacha, pues desperté como siempre en un mar de temores.

No quiero volver a dormir, ¡no quiero vivir la muerte o la tortura de otra persona desafortunada en el mundo! Desgraciadamente ahora es inevitable, y si no tengo la voluntad de reposar, mi cuerpo lo hará de manera mecánica. Como lo predije, me quedé dormido esa noche, pero esta vez no era alguien más, ¡sino yo mismo!

Pensé que no estaba dormido y eso me dio una leve tranquilidad, hasta que lo vi, como un heraldo mismo de la misma muerte, que quizás vino a cumplir el mandato de su señor. Estaba parado frente a mí, vestido con una sotana vino tinto y una máscara pálida; triste y espantosa. Me señaló con sus dedos nudosos y pronunció algunas palabras, luego se esfumó dejando una cortina de humo atrás.

Aún seguía vivo, pensaba que no volvería a molestarme pero no. Las palabras pronunciadas por mi tenebroso visitante, advertían que él sería mi ejecutor el día que moriré: mañana.