[ESP-ENG] MALICIOUS

Mis hermanas y yo no soportábamos al padre Sebastián, era un hombre cruel, ¿a quién se le ocurrió convertirlo en el dirigente de este convento? Con la madre Eva enferma; nuestra madre superiora, quedamos a merced de las manos del diablo con hábito.

A la hermana Sofía la arrojó por las escaleras desde el primer piso del convento, solo porque no había preparado el almuerzo que estaba pautado para ese día en el itinerario. Se había raspado las piernas y roto la cervical, el médico dijo que mejoraría pero con un intenso descanso. Desde la distancia, a solo unos pasos de mí, pude vislumbrar con horror la sonrisa del padre Sebastián por su cruel acto.

A la hermana Aurora le quemó las manos con agua hirviendo, y el motivo fue tan espantoso como la sola personalidad de ese monstruo. Aseveró que ella le susurró en la oscuridad palabras lujuriosas, una falacia atroz para aprovecharse en su castigo. La mantuvo en cautiverio toda una noche en el granero, no pude soportarlo así que le llevé un poco de agua.

A la hermana Ximena casi le corta el dedo meñique derecho de pie, si no hubiésemos llegado la hermana Yolanda y yo, hubiésemos encontrado charcos de sangre sobre el suelo. Al padre Sebastián no le gustó nuestra intromisión, y decidió con ira encerrarnos a todas en el granero.

A mí me quiso hacer algo peor que al resto de mis hermanas. Intentó violarme el desgraciado, aprovechando que había obligado a las demás a rezar en el patio bajo la luna clara. Se escabulló a mi habitación cual rastrero y entró sigilosamente. Me tomó por el cuello con fuerza e intentó inmovilizarme por completo. Cuando vi su miembro asomarse por sus pantalones sentí como el horror dominaba mi cuerpo.

Le di un golpe bajo que lo dejó aturdido por un momento. Salí huyendo pidiendo a gritos auxilio hasta que pude reunirme con mis demás hermanas. Esa vez no nos fue bien pues el muy bastardo nos volvió a encerrar en el granero, sabía que era el peor castigo que podía darnos en aquel momento.

Esa noche, mis hermanas y yo hicimos un pacto. Olvidamos nuestros votos de fe. Olvidamos que somos mujeres de Dios. Entre pensamientos y conjuros prohibidos ofrecimos nuestra voluntad a las tinieblas, pidiendo a cambio la peor de las muertes para el padre Sebastián.

El viento se tornó gélido. Las alimañas brotaban de la tierra como buscando el aire para respirar. Un bramido bestial, como escapado del infierno, nos aturdió a todas hasta dejarnos paralizadas en el suelo. Un gran agujero; oscuro y abismal, apareció de repente en el centro del suelo. Era como un portal que todo lo absorbía hasta que finalmente revelaba a una horrible entidad.

Unos brazos largos y arqueados; cubiertos por una espesa materia negra que escurría, comenzaron a expandirse por el entorno trastornado en el que estábamos. La hermana Aurora fue la primera en desmayarse, y unos segundos después la acompañó la hermana Sofía. La hermana Ximena y yo nos quedamos observando hasta que vislumbramos impresionadas cientos de brazos negros que se retorcían y lo destruían todo, fue en ese instante en que me desmayé.

Desperté de sobresalto pensando que todo había sido una pesadilla. ¡Ay ojalá lo fuera! Atisbé el convento completamente derrumbado y al cuerpo del padre Sebastián abierto y esparcidas sus entrañas. Pensé que me desmayaría de nuevo hasta que escuché un grito desgarrador; era el de una mujer. Miré a mí alrededor y vi a mis hermanas explayadas en el suelo, pero faltaba la hermana Aurora.