La Desaparición de Ángel Marrero - Relato - Segunda parte

La Desaparición de Ángel Marrero

por Pedro La Cruz

(Segunda parte)

Ángel Marrero pasó varios meses en la cárcel, sin juicio ni condena porque la víctima no lo acusó y por el contrario lo visitó un día en el presidio para pedirle perdón. Antonio Estévez se consideraba responsable por lo ocurrido porque propició la pelea que pudo evitarse si solo hubiese hablado con el amigo de tantos años de lo que suelen hablar los amigos del campo: tantos temas y a Antonio se le ocurrió, por efectos de los tragos, hablar de forma inapropiada a un hombre celoso como Ángel, de su esposa Vidalina.

Tanto insistió Perucho para visitar a su amigo Ángel en la cárcel hasta que consiguió que le permitieran entrar al área de las oficinas un día domingo. Fue con su tía y Vidalina. Un guardia trajo al reo hasta la oficina. El guardia se quedó en la oficina, sentado en el escritorio. Las mujeres se levantaron al verlo entrar y Angel las abrazó emocionado.

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Fuente: Pixabay

-Cómo has crecido muchacho y te ves más fuerte, ya no eres un enclenque, ¿Estás levantando pesas como te dije?, ¿Estás comiendo granos, carne y pescado?, te dije que hicieras ejercicios todos los días, caminando, corriendo a pie o en bicicleta, ¿Estás haciendo eso? ¿Ya tienes novia?...-Le decía el hombre a Perucho.

Ángel no paraba de hablar, estaba visiblemente emocionado por la visita, porque cuando lo llevaron a la oficina no le dijeron para qué ni que tenía un visitante especial. Al principio, pensó que le darían libertad el día lunes, y no un domingo, porque ya en conversaciones con el abogado que lo visitaba y el oficial a cargo del retén se hablaba de liberación porque pasaron meses y nunca fue llevado a juicio porque la víctima no presentó cargos y recientemente se presentó a la cárcel a visitarlo y le pidió perdón.

-Coño Pedrito-Dijo,- Las personas en quienes más pensaba yo aquí en este encierro eran Vidalina y tú, carajito. Y sufrí bastante de solo pensar que Antonio pudo morir. No saben ustedes cómo lloré las primeras semanas en esta vaina tan fea. Estuve mucho tiempo confundido. A veces me decía que hice lo que tenía que hacer un hombre a quien se le falta el respeto por su mujer. Y eso fue lo que pasó.

-Ya no pienses en eso Ángel- Dijo Vidalina apretando su mano- Perucho luchó para venir a visitarte y el Padre Celso movió cielo y tierra para que viniéramos los tres a verte hoy. Antonio y tú se perdonaron hace unas semanas, viene otra época para ustedes, como amigos, como compañeros de trabajo.

-¿Qué crees tú muchacho?- preguntó a Pedro.

-Pues para mi es complicado todo esto; no sabía por qué desapareciste de nuestras vidas de un solo golpe, como si hubieras muerto- Dijo el joven, viendo al amigo y a veces viendo al oficial sentado que estaba escuchando la conversación- Yo no sabía que estabas preso, a unas cuadras de mi casa. Y bueno, no creo que todo sea pérdida o que todo sea malo, cuando hay algo que está mal es porque está mal y hay que corregir.

Así estuvieron hablando los tres visitantes con el preso, sentados en las sillas de la oficina y de vez en cuando el guardia también hablaba y opinaba sobre lo que decía el detenido o su esposa Vidalina. A los treinta o cuarenta minutos, el guardia dijo que se terminaba el tiempo permitido por las autoridades.

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Fuente: Pixabay

Al despedirse, Pedro le dijo a su amigo Ángel:

-Debes cuidarte, hay que cuidarse las espaldas- He visto en varios sueños que tienes problemas, te veo sin ropa, barbudo y sucio, huyendo no sé de qué, creo que de unos perros y policías, siempre es de noche, y hay mucha gente que grita tu nombre y no entiendo qué significa eso y eso me pone nervioso.

Las mujeres, el guardia y Angel se sorprendieron con estas palabras. Pero más sorprendido estaba el preso; el rostro de Ángel cambió y mostró asombro y por último la curiosidad y la confusión, no quería que terminara la visita pero el guardia se paró de la silla y se dirigió a la puerta de la oficina y la abrió:

-Vamos Ángel. El muchacho puede venir la semana que viene, aunque a lo mejor sales antes; no me creas, pero es lo que he escuchado por ahí, pero mientras no ocurra debes respetar las órdenes-Dijo el guardia.

-¿Tú le contaste al padre Celso ese sueño?- preguntó Ángel, sin hacerle caso al guardia, con los ojos muy abiertos.

-No. ¿Por qué iba a contárselo? Pero tampoco se lo he dicho a nadie. Ve tranquilo, hasta pronto-Respondió Perucho

-Pues debes hablar con el padre, y le cuentas todo, porque él sabe más de misterios que nosotros. Él es sabio y puede darte esas explicaciones, yo no sé nada, yo solo sé que también he tenido ese sueño, pero no se lo he dicho al cura- Dijo Angel Marrero, saliendo de la oficina.

Las mujeres no hablaron, se veían entre sí, sorprendidas por el giro que tuvo la visita en el último minuto. Salieron rápidamente del recinto sin decir palabras.Bajaron por la calle Badaracco Bermúdez, mi tía saludaba a los vecinos que la saludaban, hasta que llegaron a la calle Santa María donde vivían Perucho y la Tía Severina.

Apenas entraron, se dirigieron directamente al último cuarto de la casa. Por primera vez en su vida, Pedro entró al cuarto de los fantasmas, ante la mirada atónita de sus hermanos y su mamá que no tenían idea de lo ocurrido en su visita a la cárcel.

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Para decepción de Pedro, aquel cuarto no tenía nada extraño o fuera de lugar. Se lo había imaginado de mil maneras. Era una habitación con una cama con mosquitero al lado de la pared contigua al comedor que, evidentemente no había sido ocupada por nadie desde que la abuela se durmió en la Paz del Señor el año anterior; al lado de la cabecera una mesita de noche y en la otra pared un pequeño altar con un reclinatorio. El altar era una pequeña mesa que tenía una vela encendida y las figuras de yeso o porcelana de la Virgen del Valle, la Virgen de Coromoto, el Dr. José Gregorio Hernández y una cruz de madera con la figura de Jesús, también de madera; en la esquina izquierda, una fotografía de la abuela Carmelita, en un marco de metal, recostada de la pared y en la esquina derecha un florero de vidrio con tres rosas rojas. Cerca de la puerta que daba el patio exterior, tres sillas rústicas de madera, con asiento de cuero.

Las dos mujeres agarraron las sillas y las colocaron frente al altar, le pidieron a Perucho que se sentara en medio de ellas y rezaron en voz baja el Credo y tres Ave María. Al concluir, se voltearon para ver al muchacho y la tía habló:

-Dime Perucho, ¿Cómo sabes de ese sueño? ¿Es tu sueño o lo escuchaste en el campo de Angel Marrero? ¿Qué ves en el sueño?-Preguntó- Vamos con la verdad- Agregó la mujer viendo al muchacho.

-El sueño lo he tenido varias veces, desde que Ángel desapareció, y es lo mismo siempre: hay lluvia, relámpagos y truenos, a veces siento que estoy en un bote porque la cama se mueve como un bote en el mar, sube y baja con las olas, con el movimiento del agua y está lloviendo y de pronto sale del agua Angel y se agarra del bote y me agarra un brazo y se ve desesperado. A veces en el otro sueño no estoy en el agua sino en la orilla de un río y veo mucha gente gritando “Angel”, yo no me veo en esa parte porque la gente pasa y no me dicen nada ni me ven, soy como invisible, pero veo que Ángel que sí está y en vez de ir hacia la gente se esconde, casi no tiene ropa, lo veo muy sucio y barbudo, me acerco pero él no me habla, creo que no me ve tampoco, pero tiene miedo y parece un loco.

-!Dios! ¿Qué vaina es esa?- Dice Vidalina- ¿Desde cuándo tienes esos sueños?- Preguntó la mujer muy nerviosa.

-Desde que desapareció, no sabía que estaba preso, como nadie me explicó lo que pasó, por un tiempo pensé que el herido era él y se había muerto. A mí nadie me contó nada, porque ustedes se encierran a hablar aquí para que uno no sepa cosas. Y yo escuché algunas cosas cuando ustedes hablaban en el comedor con mi mamá o con el cura, pero no entendía. Y como no fuimos más a Las Charas, pensé algún tiempo que Ángel había muerto, después llegué a la conclusión que estaba huyendo porque lo persiguen unos perros y unos policías, y la gente grita su nombre en el sueño.

-Bueno ya sabes lo que pasó, ya sabes dónde está Ángel y que pronto saldrá libre y volverá a su tierra a sembrar y cuidar sus animales. No sigas pensando ni hables de esos sueños – Dijo la Tía.

-Bueno, está bien, pero, ¿Cómo me explican ahora que él tiene esos sueños? ¿Cómo pueden soñar dos personas que no duermen el mismo cuarto, el mismo sueño? - ¿Por qué Ángel me mandó a confesarme con el cura?- preguntó Perucho.

-Carajo, hay que hablar con el padre Celso porque yo no sé si la gente dormida se puede comunicar, en sueños, con otras personas. Voy a hablar con el padre para que venga o tú vas a la iglesia a confesarte, y hablaré con Teresita para que te santigüe, necesitas unos cuantos ramazos y le pediré al Doctor Martínez que te dé unas vitaminas y un jarabe para dormir sin soñar- Sentenció Severina; mientras que Vidalina permaneció en silencio sin perder de vista al chico.

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Fuente: Pixabay

(Continuará...)

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