La casa de los fantasmas - Concurso Literatura infantil Literatos

La casa de los fantasmas

por Pedro La Cruz

Perucho creció en una casa grande, en un céntrico barrio de Cumaná, donde había otras casas grandes con patios llenos de árboles y animales. Su casa, como otras, tenía un patio interno y un patio exterior. Además de la sala, un corredor lateral tenía cuatro habitaciones, más la sala comedor y el cuarto de baño.

La familia ocupaba las tres primeras habitaciones; la cuarta estaba después del comedor, frente al baño, era la única que tenía puerta con llave. En los años que vivió Perucho en esa casa con su abuela, que era la dueña y señora de la casa, su tía, su mamá y sus hermanos, nadie ocupaba esa habitación.

Solo la abuela, la tía y algunas veces la madre podían entrar a ese cuarto que también tenía una puerta que daba hacia el patio exterior, con llave y candado. La salida normal, de todos, hacia el patio exterior, era por una puerta que estaba en la sala cocina comedor.

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  • Imagen de mi archivo personal.

Las veces que Perucho, o sus hermanos (una hembra 3 años mayor y un varón menor), se acercaban al último cuarto se oía una voz o dos voces:

-¿Para dónde vas? ¿Qué se te perdió por ahí? ¿No tienes tareas?

-Estoy buscando la pelota- respondía Perucho.

-Por ahí no hay pelotas, lo que puede haber es una culebra- decía la voz- o dos culebras.

-En ese cuarto no entran niños, eso es para cosas de la gente mayor-decía otra voz.

Cuando Perucho, estaba por cumplir 9 años, por allá por 1959, se le ocurrió preguntar a su madre por el cuarto aquél. Le dijo que escuchaba ruidos y voces, a veces gente que cantaba o se quejaba, se oía música, a veces gritos y groserías. Su madre no le dio mucha importancia al comentario, y mientras terminaba un bordado en una funda de almohada y sin ver al muchacho le dijo:

-Eso que escuchas no viene del cuarto, viene del patio de la otra casa, el de las Morales, o de la calle de atrás, no pienses tanto en eso.

-Eso que escuchas viene de los patios, de las casas –dijo la voz de la tía que pasó en ese momento con una gran bolsa llena de guayabas- A veces son los borrachos que pasan por la calle de atrás o la mujer del león que aparece entre las matas- dijo con seguridad.

-¿La mujer del león?-preguntó sorprendido el chico.

-Sí, la mujer del león que aparece a medianoche- Dijo la tía- A veces canta y flota en el aire.

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Fuente: Pixabay

-¿Qué mujer del león ni qué cuento ese de que flota y canta en el aire?- Eso lo inventaste para asustar a los muchachos, a todos los que han vivido aquí en esta casa desde hace 50 años.

-No es invento, yo la vi hace muchísimos años y por eso no entré más al patio de noche-dijo la tía que acomodaba las guayabas para hacer dulce.

-Mira Perucho, no creas eso. Y no pienses en esas cosas misteriosas y fantasmas. Dedícate a tus tareas, la pelota, la bicicleta y tus papagayos- Dijo la madre.

Esa noche, Perucho decidió aclarar el misterio. Esperó a que todos se durmieran. Tenía mucho sueño pero cuando el reloj de la iglesia tocó las 12 campanadas, entró al patio por la puerta de la sala comedor. Había invitado a sus hermanos, pero ellos se rehusaron y trataron de convencerlo de que no entrara al patio de noche porque estaba prohibido desde hace más de 50 años.

Perucho entró temblando al patio, cada paso que daba parecía hacerlo en un fango viscoso, le costaba mantener el equilibrio con las piernas temblorosas. Entonces decidió sentarse debajo de la frondosa mata de mango; ese lugar era el más oscuro. Pensó que si entraba alguien no sería visto. Layka, su perra, lo había seguido y se acurrucó a su lado. Esperó largo rato viendo a todos lados. Las gallinas y los demás animales dormían, a veces se sacudían los sueños o rezongaban. Esa noche la luna era la reina de un cielo sin nubes. El espacio profundo estaba adornado de brillantes luceros y todo era calma y silencio. Perucho aguardaba, sin moverse, y sentía sueño; bostezaba cada minuto que pasaba.

Entonces ocurrió. Para su asombro, sintió un movimiento entre los arbustos al lado de las matas de guayaba y de limón. Comenzó la aparición gradual de una luz tenue y amarillenta. Estaba a escasos metros de él y pronto la intensidad de la luz lo puso al descubierto.

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Fuente: Pixabay

Estaba sorprendido, pero como por arte de magia no sentía miedo.

Dentro del resplandor estaba ella, una hermosa figura vestida de blanco, una mujer seguramente, parecía flotar en el aire, al menos se podía pensar en eso porque no se veían sus pies pero si sus delicados brazos y parte del rostro detrás de su cabellera. Lo miraba fijamente. Después de dos minutos de tensión, Perucho, se atrevió a decir algunas palabras:

-¿Eres un ángel?- preguntó

-Soy lo que quieras que sea: un ángel, una ilusión, una idea, lo que más te llene de satisfacción.

-¿Siempre podré verte aquí?- Preguntó el chico

-No. Me verás en cualquier lugar, a cualquier hora, siempre que pienses en lo mejor para ti, siempre que pienses cosas buenas, estaré en tu corazón.

Y dichas estas palabras se esfumó en un segundo.

Perucho sintió un estremecimiento, lo agarraban por los hombros y lo llamaban:

-Levántate muchacho que se te hace tarde para la escuela, mira que ya pasan de las 6 de la mañana. Párate, ve a bañarte que ya el desayuno está listo- Dijo la voz de la madre.

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