Entrada al Concurso de microrrelatos fantásticos de Literatos | El svartálfar

    Jon no conocía el bosque tan bien como sus primos y, cuando lo dejaron atrás, no supo cómo regresar a la cabaña. Caminó hasta que dio con un enorme tronco de largas hojas que bajaban, desde la copa hasta el suelo, como enredaderas.


Fotografía original de Pexels | Vlad Bagacian

    Escuchó una corriente de agua proveniente del interior del árbol. Se dividía en la base por un agujero lo suficientemente grande como para que él cupiera. Apenas terminó entrar en la vieja corteza cuando se dio cuenta de que no había dónde pisar. Cayó, por varios minutos, hasta impactar contra el agua. Por más que pataleó no pudo mantenerse a flote.

    Despertó boca arriba en la orilla del río y contempló, asombrado, lo que parecían ser ocho lunas en el cielo estrellado. A pocos metros de donde recobró la consciencia, un hombre cubierto por una capucha hacía algo con dos agujas.

    —¿Usted me salvó? —preguntó el niño, nervioso.

    El hombre no respondió. Jon se acercó más y notó que este, con las dos grandes agujas y un fino hilo, tejía una especie de cometa.

    —Sí —afirmó, su voz era la más ronca que escuchó hasta entonces —. Debes regresar pronto. Ellos saben que estás aquí —siguió tejiendo y se quitó la capucha.

    Dejó a la vista una prominente nariz y largas orejas puntiagudas. Por ojos tenía dos pequeños óvalos amarillos, la piel casi tan negra como esa noche y dientes similares a los de un perro.

    —¿Te asusté? —preguntó, en tono burlón —. Huye si quieres, pero no volverás a casa sin mí ayuda.

    Jon se quedó e interrogó un poco a su extraño salvador.

    —¿Qué... qué eres? —preguntó, titubeante.

    —Soy un svartálfar —respondió —. Me llamo Vol.

    —¿Quiénes saben que estoy aquí?

    —Descuida, no te atraparán. Tu transporte está listo —dijo, dándole la cometa tejida.

    —No entiendo.

    —Esto creará un bifröst. Solo dile a dónde quieres ir y te llevará. No regreses —sentenció.

    «¿Un qué?» pensó, confundido. No comprendía nada pero, atendiendo a las palabras de Vol, susurró: «A la cabaña de mis tíos».

    En un abrir y cerrar de ojos apareció allí. Sus primos llegaron varios minutos después.

XXX

Juan Pavón Antúnez

 


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Este microrrelato corresponde a mi participación en el Concurso de microrrelatos fantásticos en homenaje a Antoine de Saint-Exupéry de @es-literatos. Les invito a participar y leer los cuentos de otros participantes.

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