Un huésped desconocido
Luego de entrar y saludar a Angélica con un beso, se sentó en un sofá que estaba en medio de la sala. De inmediato sintió un olor terrible y no pudo evitar arrugar la nariz. Cuando Angélica se acercó traía un ave en la mano. El pájaro, con el buche abultado y un pico afilado, permanecía quieto y sin hacer ruido. Cuando el hombre quiso saber de quién era aquel pájaro y por qué la casa olía tan mal, Angélica con la mirada perdida guardó silencio.
Mientras estuvo allí, el hombre contó los pormenores de su viaje y el porqué de su regreso. En ningún momento captó plenamente la atención de Angélica que ponía el pico del pájaro en su boca como si los dos se estuvieran alimentando. De hecho, el hombre vio extrañado cómo el pájaro subía al hombro de Angélica y le metía el pico en la oreja como si le estuviera contando un secreto. El hombre se sintió tan incómodo que prefirió irse lo más pronto posible.
Una tarde, mientras el hombre asistía a misa, escuchó pasmado que Angélica había muerto. Todos los comentarios giraban en torno a aquel pájaro misterioso que había llegado a casa de Angélica y con el que mantuvo una relación extraña. Algunos dijeron que era el alma de un difunto, otros que era parte de un hechizo. Lo que nadie supo explicar fue por qué en el último suspiro de vida, Angélica dijo que ya tenía alas y en ese instante el pájaro cantó y salió volando por la ventana.