Detrás del Telón (La decepción de Amélie)

Mairene 1.jpg

(Imagen diseñada por mí usando Canva)

Imagen1.png

Robespierre se encontraba en el ayuntamiento, cansado por la «ardua» jornada del día que había consistido en cortar la cinta inaugural de un hospital, y pronunciar un discurso hipócrita que ni siquiera había escrito él mismo. Ahí estaba, con los pies sobre el escritorio, con los botones del saco desabrochados, sosteniendo un vaso de coñac en la mano y la complaciente secretaria dándole un relajante y merecido masaje en la espalda cansada.

—Tienes unas manos estupendas —dijo satisfecho.

Ella quería que él se sintiera a gusto, ser imprescindible para él y por eso siempre buscaba congraciarse lo más posible. En ese momento no podía quitarse de la mente la imprudencia que había cometido al meter una carta de amor en su maletín, creyendo que él lo revisaría al llegar a casa la tarde anterior, pero él lo había dejado olvidado en la casa aquella mañana, entonces Amélie comenzó a temer que la esposa o los hijos de Robespierre hubiesen leído la esquela, de modo que quiso salir de dudas.

Él rozó el dorso de las manos de ella que ahora estaba sentada sobre el escritorio. Le acarició el rostro y la besó en los labios. Ella correspondió al gesto mas de pronto, como si hubiese sido invadida por un repentino sentimiento de culpa, se separó de él abruptamente.

—¿Qué te sucede, cariño? —quiso saber Robespierre bastante confundido.

—Pierre, estoy preocupada por algo que sospecho.

—¿Qué sospechas?

—Creo que debo responderte con otra pregunta: ¿leíste la carta?

Él negó con la cabeza.

—¿Qué carta? —preguntó el alcalde.

Amélie, frunciendo el ceño, se bajó del escritorio y comenzó a relatar lo sucedido...

—Ayer estaba inspirada, así que escribí una carta, la cual perfumé con mi fragancia favorita y luego la puse dentro de tu portafolio. Pensaba que la leerías en cuanto llegaras, pero... no solo no la leíste, sino que dejaste el portafolios olvidado.

Rosbespierre, furioso le dio un puñetazo al escritorio que hizo estremecer de pánico a la pobre Amélie.

—¿Te das cuenta de lo que has hecho? ¡Me puedes haber metido en un gran problema con mi familia!

—Pero no lo hice con mala intención, sino por amor —respondió la asistente sollozando—. Te lo juro, Pierre. Otras veces también te he escrito poemas y te han encantado, incluso me dijiste que los conservas en un lugar seguro...

—¡Mi imagen como buen padre de familia y esposo está en peligro por tu culpa!

—¡Eso no es cierto! —gritó ella.

—¡Shhh! ¡Baja la voz! Nos pueden escuchar —ordenó Robespierre, ahora usando un tono de voz suplicante.

—¡Eso es lo único que te importa! —dijo indignada—. ya estoy cansada de tener que esconderme! —continuó sin bajar el tono de la voz—. ¡Estoy cansada de aguantar tus desplantes y de ser un segundo lugar en tu vida!

—Tengo una imagen que cuidar, pensé que te había quedado claro desde un principio... ¡Baja la voz, mujer! —volvió a ordenar el hombre, comenzando a perder la paciencia.

—Pensé que me querías, eso es lo que he creído todo el tiempo... Nunca te molestaron mis cartas o poemas...

—Nunca habías sido lo suficientemente estúpida como para meterlos en mi maletín. ¿O es que ahora te sientes con más derecho solo por...

—¿Te parece poco, Pierre? —volvió a gritar la mujer, ahora histérica—. ¿No significa nada para ti? ¡Eres un patán!

Él estaba sorprendido, nunca la había visto así de frustrada, tenía que calmarla de algún modo, o de lo contrario todo el ayuntamiento sabría lo que pasaba entre los dos y se armaría un gran escándalo, así que se acercó a ella y sin pensarlo dos veces le propinó una bofetada que la hizo salir del éxtasis de histeria en el que se encontraba. Ella se acarició por instinto la mejilla adolorida y le dedicó una mirada fulminante, llena de rencor.

—¿Por qué hiciste eso? —preguntó Amélie con voz trémula.

image.png

Fuente

—Porque estabas descontrolada y tenía que hacer algo para calmarte. Decías un montón de estupideces. Ahora escucha con atención lo que te diré: sabías perfectamente bajo qué condiciones debías estar conmigo, e incluso así lo aceptaste, no me vengas ahora con reproches.

Rosbespierre lucía rabioso, el tono de voz que empleaba sonaba amenazante, se ajustó el saco y los botones de la camisa, disponiéndose para abandonar la oficina pero antes, decidió dirigirle una amenaza a la mujer.

—Si pierdo a mi familia y mi estabilidad por tu culpa, te juro que te voy a hacer pagar con creces.

Él se fue, dando un portazo mientras Amélie no podía dar crédito a lo que acababa de oír. Se sintió frustrada, humillada y lastimada, pero por encima de eso se sintió utilizada... Era ella quien había dado más en aquella relación. Le entregó a Robespierre toda su belleza, dedicación, juventud y sobre todo la inteligencia, pues en numerosas ocasiones, valiéndose de astucia e intuición (características propias de las mujeres) logró sacarlo de varios apuros.

A veces se disfrazaba para servir de espía, infiltrándose en las pequeñas tertulias conspiradoras que organizaban sus adversarios, de esta manera lo mantenía al tanto y luego lo ayudaba a diseñar mejores estrategias políticas.

Frase Famosa con mancha y flores - Post para Instagram (1) - copia.jpg

Robespierre era un hombre inteligente, pero carecía de destreza para la narración, es por ello que Amélie escribía los discursos, llenos de demagogia que luego él leía con euforia, demostrando seguridad en cada palabra para mantener convencidos y contentos a los ciudadanos.

Cuando ella lo conoció, él era un hombre emprendedor y lleno de ambiciones, lo que despertó la admiración y el amor en ella que a pesar de no ser una jovencita, nunca antes se había enamorado; pero luego, con el tiempo descubrió que era un tanto misterioso, actuaba extraño cada vez que ese hombre, Monsieur Buonarotti, visitaba París, sobre todo desde que había vuelto a instalarse en la ciudad con su circo.

Aunque ella manejaba la agenda de Robespierre, en ésta no aparecían reuniones, cenas de negocios, ni acuerdos con Buonarotti en mitad de la noche. Sin embargo, de vez en cuando el alcalde posponía los encuentros nocturnos con ella, alegando que debía reunirse con amigos para tratar temas importantes o que simplemente debía permanecer junto a la familia. Al principio, ella no le dio demasiada importancia puesto que pensaba que tal vez eran excusas para irse de farra con los amigos.

No obstante, una tarde en que ambos se encontraban trabajando en un discurso y a la vez acordaban uno de sus furtivos encuentros, recibieron la repentina visita del singular mago del circo La Fantaisie, con el cual, el alcalde se mostraba extrañamente sumiso, y ante la petición del recién llegado de que debían hablar a solas, Robespierre le pidió a Amélie abandonar la oficina. Ella obedeció, pero decidió permanecer detrás de la puerta...

Adentro, ambos hombres entablaron una conversación que no parecía sustanciosa ni significativa para la asistente, sin embargo, ella pudo deducir que los dos caballeros se reunirían a media noche junto a otras personas en determinado lugar que no quisieron nombrar. Una vez que Fabrizzio se hubo marchado y ella tuvo permitida de nuevo la entrada a la oficina, el alcalde, sin dar explicaciones, le dijo que debían posponer el encuentro que habían acordado previamente.

Otra cosa que incrementó la curiosidad en Amélie con respecto al misterioso comportamiento que, a veces presentaba el alcalde, era el hecho de que había notado que él le permitía el acceso a casi todas las gavetas del escritorio, a excepción de una cuya cerradura era bastante grande en comparación con las demás. Robespierre le dijo que solo él podía abrirla, alegando que allí guardaba cosas que eran privadas y no deseaba compartir con nadie, ni siquiera con ella. El hombre guardaba la llave que abría dicha cerradura en el bolsillo de su chaqueta y Amélie se percató de ese detalle.

En una ocasión, en vista de que Amélie salió un momento de la oficina, él se quitó la chaqueta y la dejó colgada en el perchero para ir al baño, cuando la mujer regresó, no desaprovechó la oportunidad, tomó la llave, abrió la gaveta y rápidamente echó un vistazo, descubriendo en su interior varias cosas extrañas que le llamaron la atención:

Estaba un mandil con extraños símbolos bordados, un compás, una escuadra, un puñal, un cáliz, una venda negra, una biblia de bolsillo y un anillo en su estuche, el cual tenía grabado un compás y una escuadra con una letra «G» en medio de ambos.

En ese instante, la mujer escuchó un chasquido en la puerta del baño, lo que le indicó que tal vez Robespierre se encontraba en aquella habitación y ya se disponía a salir. Inmediatamente la invadió una sensación de pánico, pero al instante decidió actuar con rapidez. Valiéndose de su astucia, cerró el cajón y dio grandes zancadas en dirección al perchero.

Cuando Robespierre salió del baño, la miró con recelo al notar que ella estaba tan cerca de lo que él cuidaba con tanto celo, sin embargo, ella argumentó que la chaqueta estaba llena de pelusas, mientras la sacudía con la mano, momento que aprovechó para deslizar (con gran habilidad) la llave dentro del bolsillo, justo a tiempo porque cuando él se dispuso a echar un vistazo y se sintió aliviado al comprobar que la llave estaba en su sitio.

Amélie, por su parte decidió que era mejor no hacer ningún comentario al respecto, aunque se pasó toda la mañana preguntándose qué podrían significar aquellos extraños objetos, ¿sería algo malo? Pero al final del día decidió rechazar los malos pensamientos, al fin y al cabo nada ni nadie la haría dudar de Robespierre, de su querido Pierre, llegó incluso a subestimar su propia inteligencia, suponiendo que todos aquellos objetos extraños debían ser reliquias de algún ancestro y por ende las guardaba con tanto celo.

Ella había aguantado muchos desplantes de él: tener que amarlo en silencio, el esconder sus sentimientos y aparentar frente a los demás, incluso debió viajar a otra ciudad para no enfrentar a la gente cuando le vieran crecer el vientre, pero ni siquiera dicha huida pudo callar las hirientes murmuraciones.

Frase Famosa con mancha y flores - Post para Instagram (1) - copia.jpg

En ese momento solo podía sentir el ardor en la mejilla y esa horrible sensación de odio hacia sí misma por haber permitido todo aquello, y en el fondo le agradeció al amante por haberle dado el empujón que necesitaba para despertar del letargo en el que había estado sumida, después de todo, tanta desidia siempre termina por matar al amor más grande y vehemente del mundo.

Ella era una mujer apasionada y tolerante, bastante tolerante, pero también era vengativa y su paciencia tenía un límite. Cuando se sentía herida estaba dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias. Una y mil veces después de haber recibido varios de los desplantes de Robespierre, dudó en hacerlo pagar si lograba encontrar su talón de Aquiles, al fin y al cabo todo ser humano tiene uno, pero ya no lo dudaría más, esta vez tendría que encontrar la mayor debilidad de Robespierre para tenerlo como siempre lo quiso, a sus pies.

—Sé que algo escondes y no ha de ser algo bueno —se dijo a sí misma, recordando lo que encontró en el escritorio tiempo atrás—. Pronto voy a saber de qué se trata.

Frase Famosa con mancha y flores - Post para Instagram (1) - copia.jpg

Rosbespierre llegó a su casa más atento que nunca, incluso le obsequió un ramo de flores a Madame Francine, lo que le extrañó debido a que él no acostumbraba mimarla de esa manera. Ella actuaba como siempre, lo cual le indicó a Robespierre que no había descubierto nada.

Marcel por su parte sí comprendía lo que estaba pasando, pues había leído la carta con detenimiento, enterándose de la relación ilícita entre Robespierre y Amélie. Se llenó de rabia al contemplar el hipócrita comportamiento del alcalde, pero decidió callar.

Al terminar de cenar, quiso retirarse a su alcoba, pero su padre le dijo que necesitaba hablar con él y que lo esperara en el despacho. Marcel obedeció mientras los demás terminaban de cenar.

El muchacho se sentó en un sillón de piel de bisonte y colocó los dos pies sobre el escritorio mientras se abanicaba con la polémica esquela que despedía aquel perfume de mujer.

image.png

Fuente

En esta posición lo encontró su padre cuando llegó, y cuando vio la carta que él tenía en la mano se detuvo en seco. Quería indagar con cuidado, qué tanto sabía el chico sobre la relación que sostenía con Amélie, pero al ver la carta las dudas se disiparon. Transpiraba y tenía el pulso acelerado, pero supo disimular bastante bien el nerviosismo, sustituyéndolo por falsa seguridad al hablar.

—¿Qué tienes en la mano? —preguntó con un tono de voz sobrio.

—Dímelo tú —respondió Marcel con voz altanera.

Rosbespierre comprendió que ese juego no los llevaría a ninguna parte y que si quería arreglar las cosas, entonces debería hablar sin tapujos. Era evidente que el muchacho lo había descubierto y ya no serviría de nada fingir, tenía que afrontar la situación.

—¿Desde cuándo sostienes el romance con esa... mujer?

—Hijo, quizá hoy no lo entiendas, pero así es la vida. Los años pasan, uno se hace mayor y se aburre de la rutina. Fue algo inevitable, además, ¿por qué lo llamas romance? —Robespierre no creía en las palabras que decía en ese momento, no eran ciertas, pero tenía que disimular sus sentimientos ante Marcel, así que continuó mintiendo, hablando con aire de suficiencia—, esa palabra es muy fuerte. Ella no significa nada para mí, ¿cómo llamarlo entonces?... ¿pasatiempo? Sí, eso es, mi relación con ella solo es un pasatiempo.

Marcel negó con la cabeza.

—No puedo creer que te expreses así, ayer eras alguien importante en mi vida y el día de hoy todo lo que creí de ti se desvaneció —dijo el muchacho con una expresión de asco en el rostro.

—¡No me hables así, muchacho insolente! Soy tu padre y merezco respeto.

—Mi madre también lo merece.

—Lo sé, y a ella siempre le he dado el lugar que le corresponde. Hijo, yo no soy ni el primero ni el último que hace estas cosas. No conozco a algún hombre que no tenga una amante —se acercó al muchacho y le dio una leve palmada en la espalda—. ¡Madura ya, chiquillo!

—¡No me toques! —exclamó Marcel, haciéndose a un lado—, contrario a lo que piensas esa es una actitud bastante infantil.

Robespierre vio la oportunidad que esperaba y se abalanzó sobre el hijo para intentar arrebatarle la esquela, pero el muchacho era bastante hábil y logró esquivar el movimiento.

—Nunca te daré esta maldita carta —dijo—, y no te jactes de tu buena suerte porque en cualquier momento podría cambiar.

—¿Eso es una amenaza?

—Esa palabra es bastante fuerte —respondió Marcel con ironía—. Aunque no lo merezcas, todavía te respeto por ser mi padre, así que podríamos decir que es una advertencia, únicamente te estoy previniendo —dijo esto último arrastrando las palabras.

Hizo un ademán para marcharse, pero al llegar a la puerta se detuvo para mirar al padre a los ojos.

—Si veo a mi madre sufrir por tu causa, esta carta podría ir a parar a manos de la prensa.

Frase Famosa con mancha y flores - Post para Instagram (1) - copia.jpg

Al día siguiente, Amélie fue a trabajar al ayuntamiento como si nada hubiese sucedido, pero eso sí, ya no estaría dispuesta a soportar las insolencias de su jefe, y tampoco estaba dispuesta a seguir siendo su amante, por eso cuando el alcalde llegó a la oficina, tratando de besarla como si nada hubiese sucedido, ella se lo impidió.

—¿Qué te pasa, Amélie? —inquirió contrariado.

—Nada, señor alcalde, despreocúpese —respondió con frialdad.

Rosbespierre besó la mano de Amélie, recordando todo lo que había sucedido la tarde anterior.

—¿Desde cuándo tanta formalidad? Disculpa, cariño, yo no quise hacerlo, lo que pasa es que ayer estabas histérica y sentí la necesidad de calmarte, aunque reconozco que no fue para nada la mejor manera, pero no pasa nada, solo que ahora debemos ser más cuidadosos que antes con nuestra relación.

Ella fue directa a su escritorio, sacó varios papeles de una de las gavetas y sin mirar a Robespierre le dijo algo que él no se esperaba para nada.

—Señor alcalde, usted no ha comprendido todavía. Después de lo que sucedió la tarde de ayer me es imposible continuar una relación, más allá de lo inherente al trabajo, además ya lo dijo, su familia no se puede enterar de la relación que tuvimos una vez, así que de esta manera lo protejo a usted y a mí misma.

Rosbespierre respiró profundo para oxigenar su cerebro y se sentó en la silla que tenía en frente del escritorio de ella.

—Mi hijo ya lo sabe —soltó súbitamente.

Ella apartó al fin la vista de los documentos que leía, y miró a Robespierre con los ojos desorbitados.

—¡No puede ser posible! —dijo negando con la cabeza—, entonces estamos perdidos.

—Nada de eso, el muchacho no va a hacer algo al respecto, aunque me ha amenazado con publicar la carta en la prensa, no obstante creo que no se atreverá a revelarse contra mí, él no va a desafiar mi autoridad.

—Por el bien de todos es mejor que hagamos de cuenta que no sucedió nada entre nosotros, yo sola puedo hacerme cargo de Dominique, al fin y al cabo, todos en esta ciudad saben que soy una madre soltera, no necesito de usted, señor Bienvenue.

image.png

Fuente

Rosbespierre se levantó de la silla, se acercó a Amélie y la tomó de los hombros, sacudiéndola con fuerza.

—¡Te equivocas! Tú no puedes hacerme a un lado, así como así, y mucho menos puedes apartarme de mi hijo.

Amélie lo empujó para liberarse.

—¿Ya ves cómo se siente? —reprochó con lágrimas en los ojos—. Tú siempre me has hecho a un lado y ni siquiera has querido reconocer legalmente a tu propio hijo. Por eso es mejor que te olvides de nosotros, así no te buscarás problemas.

—Sabes que no pude reconocerlo porque estoy casado, pero estoy pendiente de él, lo amo como a mis otros hijos.

—Está bien, puedes ver a tu hijo cuantas veces quieras, pero olvídate de mí —dijo Amélie con rencor.

—Ni lo pienses, eso lo decido yo.

¡Gracias por leer y comentar!.jpg

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
8 Comments
Ecency