Los Mentecatos / RELATO ( SPANISH)

El condado de Mentecato se encontraba al noreste del reino, gobernado desde hace siglos por la misma familia, actualmente representada por el Conde Carlos Alfonso de Mentecato. El nombre del condado fue blanco de burlas por parte de otras regiones, recibiendo los motes de pueblo de torpes, condado de tardos, el pueblo de los tontos.

Cuando el Conde se entero, el visionario gobernante instauro la costumbre de que todos los nobles admiraran las creaciones y ofrendas que el pueblo estaba dispuesto a darles, a cambio de ser retribuidos con monedas de plata, elogios y prestigio como recompensa. De esa manera, el condado obtendría respeto y sus habitantes demostrarían que no eran tarados.

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Comenzó como una actividad semanal, pero luego, se convirtió en rutina. Todos los días en el condado de los tontos, los nobles de la corte, asistían diariamente a deleitarse con las creaciones del pueblo, y esos hombres poderosos recompensaban con monedas de plata, que les ayudaba a paliar la hambruna que azotaba esas tierras.

La fama del pueblo de los bobos se fue extendiendo. Gente de otros reinos se movilizaban hasta el lugar, estableciéndose allí, para también mostrar sus talentos y obtener el ansiado beneficio de los nobles de sangre azul. Decían que hasta los Reyes y príncipes podrían aparecer de sorpresa y ser muy bondadosos con las personas que lograran deleitarlos con sus historias, poemas, pinturas, confecciones, y cualquier cosa que sirviera para emocionar las aburridas vidas de ricos.

Al final de la tarde, después de finalizar la faena de presentar las creaciones ante los nobles y miembros de la realeza, se reunían en la taberna del condado. Al encontrarse junto al mercado, aprovechaban de hacer las comprar y después celebrar con la cerveza artesanal de Mentecato.

Había un grupo de ilustres personajes, que miraban a todos los demás habitantes por encima del hombro. Sentados en la mejor mesa, su conversación consistía en despotricar contra todos los tontos del poblado que habían sido beneficiados con mejores obsequios que ellos.

Romualdo Cappeccio, maestro de grandes músicos esparcidos por los diferentes reinos del continente, bebía con rapidez los tragos del fuerte licor, para que la amarga bebida le hiciera olvidar que la hija del dueño de la taberna, había recibo 20 monedas de plata por tocar una simple melodía con la mandolina. Mientras que su persona, un músico extraordinario que había manejado y enseñado a los más prestigiosos del mundo, solo recibió 3 monedas , por una composición musical que haría estremecerse al mismo Rey del Inglaterra.

Doña Cleotilde Lafavre no quitaba la mirada de la señora que limpiaba las calles del pueblo, quien junto a su familia , celebraban con alegría, haber recibido del Conde de Marquiñon, la honrosa cantidad de 18 monedas de plata por una muñeca de trapo mal hecha, con las costuras disparejas y materiales desechados. En cambo, ella recibió del mismo Conde, la pírrica cantidad de dos monedas de plata. Un insulto, porque su elaboración fue un majestuoso vestido, confeccionado durante dos semanas, con encajes de oro y las mejores telas importadas de las tierras del sur. Las mejores tiendas de París se pelearían por tenerlo.

Era Don Francisco Patreco el que hablaba más fuerte, soltando frases denigrantes para todos los tontos del condado. Era un hombre letrado, con más de cien mil escritos publicados en casi todos los idiomas existentes. En sus años de juventud había sido dueño de una imprenta donde se encargo de editar a la mayoría de autores cuyos libros reposaban en las colecciones de las personas más importantes de los reinos. Era una eminencia del idioma, perfeccionista y cuidadosos de todos los detalles de su elocuente prosa. Estaba furioso porque le dieron media moneda de plata por un cuento que según sus propias palabras, harían llorar a Miguel de Cervantes. Todos los demás escritos declamados ante los nobles, eran obras mediocres, con errores de ortografía y escritos por gente por debajo de su nivel. ¡Puros Mentecatos!

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Florencia, la joven hija del tabernero, se encargaba de servir el licor a todos los que compartían sus alegrías. Ella escuchaba en silencio, las quejas del grupo de los ilustres, quienes se creían más importantes y con mayor talento que todos los demás. Seguía el consejo de su padre, no hacer caso de las palabras necias.

Eran constantes las miradas de burla que se cruzaban complejamente entre los eminentes personajes, cada vez que veían a los habitantes del pueblo de los lerdos, preparar algo para los nobles.

Se acercaban a los que pintaban, para criticarlos, señalándoles los mil y un defecto que tenia la obra. Los tontos pensaban que lo hacían para ayudarlo, y terminaban dándoles las gracias, mientras los ilustres se marchaban con rapidez, para soltar grandes carcajadas por las horrendas obras de arte que estaban pintando los que para ellos, eran solo unos idiotas.

No faltaban los lame botas, están en cualquier comunidad, y el condado de los tontos no era la excepción. Se la pasaban atentos a las eminencias, siempre alabándolos, expresándoles un respeto similar al impartido a los nobles. Alimentadores del ego, haciendo que se sintieran más importantes de lo que en realidad eran.

La mayoría de los que se encontraban en la taberna, le pidieron a Florencia que tocara nuevamente la melodía que había cautivado a los señores nobles. Con timidez, pero orgullosa de esa petición, procedió a tocar la mandolina., para el disfrute de los presentes.

Desde la mesa de los ilustres, las miradas de burla y asco la atravesaron como un puñal. La paciencia de Florencia, orgullosa Mentecata de nacimiento, llego a su fin. Se acerco hasta la ellos, desparramando el licor en la cara los eminentes burlistos. Su rostro reflejaba la ira contenida, por tantas quejas y palabras ofensivas contra todos los Mentecatos, que con esfuerzo intentaban subsistir.

Fue mirándolos uno a uno, de arriba abajo, con mirada desafiante. El silencio fue total, hasta que Florencia por fin se dirigió a los ilustres.

-Ustedes se jactan de sus grandes logros. Se autodenominan importantes, por un pasado que no volverá. Todo eso que cuentan para impresionarnos, porque somos los mentecatos, ya pasó y a nadie parece importarle. Han retratado a reyes, han confeccionado fenomenales obras manuales, han sido maestros de los principales músicos de todos los reinos del mundo conocido y hasta enseñaron a escribir al mismísimo Shakespeare… entonces , una boba como yo, que nací en el condado de los tontos, les hago una simple pregunta… ¿Qué demonios hacen aquí?

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“El que parece sabio entre los tontos, parece tonto entre los sabios.” Marco Quintiliano


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Ecency