Micro ficción: El comadrón

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El comadrón

Entramos al mes final, pronto nuestro hijo saldrá del vientre de mi esposa, así que estamos ultimando los preparativos para su llegada. Bueno, en realidad ya tiene tiempo entre nosotros, según el cálculo del ginecólogo, cerca de 40 semanas.

Mi hija de cuatro años, me recuerda a mí mismo cuando estaba próximo el nacimiento de mi hermana. No tengo precisión del momento, solo la imagen de mi padre respondiéndome, no sé cuantas preguntas que surgía de mi mente infantil ante la ausencia de mi madre. Ahora que lo pienso, tampoco recuerdo el proceso de embarazo, solo una vieja foto en que sostengo a mi hermana en mis brazos atestigua el vacío en mis recuerdos.

Imagino a mi esposa en la ultra moderna sala de parto sin recurrir a la cesárea recomendada por el médico. En el pasado la mayoría vino al mundo de la forma natural. Ahora, me asombra escuchar de mis amigos que sus hijos nacieron de forma programada.

Decidimos que nuestro bebe o beba nazca como nosotros. Que lío con la familia cuando nos negamos a saber el sexo del bebé. Mi hermana me llamó anticuado. Si reconozco que saber el genero del niño puede prepararte para algunas compras, tales como la ropa, pero seamos honestos, un bebe es un bebe con necesidades comunes que no distingue si su ropa es azul o rozada.

No puede ser, mi esposa grita diciéndome, «ya viene.»

¡Que broma! El 911 no contesta. Los sollozos me ponen los pelos de punta. Busco las llaves del carro y el equipaje, pero mi esposa dice que no puede esperar.

Mi niña grita, «mi hermanito ya sale.» ¿Cómo una niña sabe el sexo del bebé?

Se me nubla la mente cuando entro a la habitación, cierro la puerta detrás de mí, veo la cabeza de mi bebé saliendo. Tomo aire y me apresuro a asistir el alumbramiento. Ella grita con cada pujo y de repente cae en mis manos, frágil y hermoso un milagro. Es un varón. Instintivamente lo sostengo cabeza abajo, el potente llanto sale de sus pulmones haciéndome llorar de alegría.

Veo a mi esposa exhausta entre sabanas ensangrentadas que me sonríe a pesar del dolor sufrido hace pocos instantes. Llamo al médico, oigo las instrucciones para el corte de cordón umbilical y las indicaciones mientras llega.

Doy gracias a Dios, aunque imprevisto, todo salió bien. Cada vez que vea a mi hijo, recordaré el día en que me gradué de comadrona.

Fin

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Una micro ficción original de @janaveda

Imagen de Nan Vazquez en Pixabay

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Muchas gracias por leerme, espero sea de su agrado.

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