El fin de mis sueños (Cuentos de Mizú)

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Arte: Julian Met'yu

«La gente haría cualquier cosa para fingir que la magia no existe, incluso cuando la tienen delante de las narices.»

—J.K. Rowling


Heiligen Mutter era mi hogar, pero tuve que alejarme de allí impulsado por más de un motivo de peso. Me desprendí de ese lugar con una facilidad que haría creer que fui infeliz durante esos años, pero me parece que fue todo lo contrario. Realmente tuve una vida muy linda en ese pueblo tan particular. Yo estaba encantado con su esencia colonial, su cultura cosmopolita y sus deslumbrantes paisajes. Todo era una maravilla.

De no ser por su mala fortuna, Heiligen sería considerado un auténtico paraíso en la tierra. Amén de eso, así mismo fue descrito el lugar por uno de sus descubridores. Pero bueno, ya es conocido el hecho de que todo cambió radicalmente.

Sin embargo, a pesar de todos esos recuerdos alegres que tengo de Heiligen, no solía dormir tranquilamente cuando vivía allí. Con frecuencia tenía sueños, o bien podría decir pesadillas, que no podría explicar en lo absoluto, pero me hacían despertar erizado y estremecido. ¿Por qué los tenía? Nunca llegué a reflexionarlo. No tuve ni idea hasta que un viejo amigo me hizo darme cuenta de algo que yo dejé pasar por alto, pues bien que lo sabía desde hace mucho.

Resulta que a través de los sueños podemos comunicarnos con seres que poseen un gran poder sensorial. Yo creo que esos que solía tener eran mensajes de algo que no pertenece a este mundo. Las imágenes que veía al dormir a veces eran tan abstractas que hasta ahora no he podido encontrarles un significado. Para mi limitado entendimiento, parecían solo colores y formas que, por alguna razón, me llenaban de miedo. Los recuerdo con claridad, pero hace mucho que ya no los tengo. Mi madre me enseñó a dormir sin soñar en lo absoluto.

Mi hermano mayor, Michí, solía tener sueños que eran incluso más extraños, y por como los describía, mucho más aterradores. Por eso mi madre tuvo que hallar una solución para eso, y luego de muy profunda investigación descubrió un modo de dominar la mente y suspender todo atisbo de pensamiento, hasta el punto de impedir que se experimente un episodio onírico. En otras palabras, ella descubrió cómo programar la mente para bloquear los sueños.

Yo tengo la hipótesis de que ese fenómeno ocurría por causa de las prácticas de magia pura de mi familia. Por generaciones, los gatos de mi linaje han sido miembros de la orden felidian. Formamos parte de una antiquísima tradición de maestros de hechicería. En la orden felidian tal vez existen algunos de los hechiceros más hábiles del mundo, pero ninguno era tan hábil, tan sabio, ni tan fuerte, como lo era mi hermano.

Michí había sido considerado desde pequeño como alguien extraordinario. Se decía que, desde mucho antes de que se hiciera adulto, podría haber tenido una habilidad para la magia muy superior a la de cualquiera de los sacerdotes del alto consejo de la orden.

Para entonces, se contaba que en mi familia estaban los dos felidianos más poderosos del mundo. Todo eso a pesar de que nuestro padre realmente no era un mago, ni mucho menos fue capaz de mostrar habilidades para hacer magia en toda su vida. Ese talento que tenía mi hermano era directamente heredado de nuestra madre.

Todo parecía indicar que había algo especial con su árbol genealógico, pero es difícil definir con certeza el origen exacto de esta habilidad, en especial porque los gatos no usamos apellidos tradicionales. Los que usamos no representan necesariamente un nexo de sangre.

En lugar de familias conformamos clanes. Y por lo general, quienes podemos, solo somos conocidos por el nombre que nos ha dado algún humano. Cuando confiamos realmente en alguien, y únicamente en esos casos, llegamos a presentarnos por nuestro nombre materno y el nombre de nuestro clan.

El origen de la orden felidian se remonta a un evento muy oscuro de la historia del que no se sabe mucho. Hubo una era en la que alguien, o algo, desató sobre la tierra una maldición que haría ver lo que ocurrió en Heiligen como una simple granada comparada a una bomba atómica.

Fue en ese momento que por primera vez se dio la unión de las artes oscuras felinas y la astucia y coraje de los seres humanos, poco hábiles para la magia, pero por lo general capaces de practicar la alquimia con gran talento. Pero lo más importante es que los seres humanos son presa fácil para los entes más inenarrables y horribles que habitan en el cosmos. Por eso los felidianos somos especialistas en cumplir la función de protegerles por nuestras capacidades para la magia pura. Y así se formó un vínculo que ha trascendido hasta nuestros días.

Si bien son muy pocos los que se atreven a explorar lo desconocido y lo sobrenatural, en especial en nuestros días, los felidianos hemos guardado nuestros conocimientos de magia transmitiéndolos de hocico a hocico. Muy pocos están conscientes de esto porque hemos actuado en las sombras durante casi toda nuestra historia. Solo hubo una era en la que la orden llegó a operar a plena luz, y eso ocurrió hace milenios en el antiguo Egipto.

Eso llevó a una confusión que hizo que se llegase a creer que los egipcios nos adoraban. Un gran malentendido. Ellos no nos veían como dioses sino, más bien, como héroes. En aquel imperio reconocían nuestras habilidades, y por ese motivo los egipcios ayudaron a crear las primeras notas sobre los conocimientos ancestrales que guardaba nuestro clan.

Se piensa que hubo una persona tan osada como para recopilar ese conocimiento y resguardarlo para su difusión posterior en un libro. Y aunque no se sabe qué fue del texto original ni cuál era su contenido preciso, se sabe que mucho de lo que los felidianos y los alquimistas saben hoy sobre las criaturas que habitan el Otro Mundo es gracias a aquél escrito.

De no ser por la reputación de algunos de los testigos de su existencia, se pensaría que en realidad aquél famoso libro es solo un mito. Pero fue real, aunque tal vez no era del todo verídico. A diferencia de los gatos y muchas otras especies, los humanos suelen tener muy mala memoria. Es por eso que registran sus conocimientos en texto, mientras que los gatos solemos trasmitir nuestros conocimientos verbalmente.

Mi hermano había sido ordenado como guardián. Estaba asignado para proteger y asistir a un humano alquimista con alma de bibliotecario. Mi hermano también devoraba arduamente la sabiduría de los libros y los narradores expertos, como los clérigos o mi propio padre, quién fue un eterno errante y un habilidoso narrador que disfrutaba de cautivar contando sus aventuras a cualquiera que conociera. Supongo que, en ese sentido, me he vuelto bastante parecido a él.

Por sus investigaciones, no pasaba un día sin que mi hermano y el alquimista se trasnochasen en su laboratorio estudiando el arte de la alquimia con frenético esmero. Mi hermano solía estar con él siempre, mientras yo deambulaba por el pueblo observando a las personas como si nada me importara.

Para ese entonces yo entrenaba para ser un guardián. Cuando los miembros de la orden felidian cumplen dos años de edad, suelen ser ascendidos a guardianes o clérigos. Yo elegí el camino del guardián, inspirado por la tradición de mi familia, pero para mi decepción, nunca pude ser ascendido formalmente, y quedé como un mago mercenario, sin otro hogar más que todo el mundo, con una manía irracional por aprender y contar historias sobre los eventos sobrenaturales que me dedico a investigar.

Mi suerte y mi destino no son más que la consecuencia de mi particular origen. Todo lo que ocurrió en ese pueblo tal vez estaba escrito. En general se piensa que toda la historia lo está, pero muchos han perdido la cordura tratando de encontrar respuestas a preguntas tan complejas como la verdad tras la razón de la existencia o el verdadero origen de la voluntad de los mortales.

Prefiero no ahondar en ese tema, pero no creo que fuera casualidad que yo haya nacido en Heiligen, ni mi hermano, ni el alquimista. A veces me daba la impresión de que ellos tenían tantas dudas como yo, y que con sus sentidos mucho más agudos por su preparación y experiencia lograron advertir que un mal atroz e inaudito estaba por caer sobre Heiligen Mutter.

El problema es que yo evitaba por completo hacer algo que pudiera invadir o entorpecer sus asuntos. Era poco lo que podía aportarles con mi escasa experiencia. Yo no sabía muy bien lo que hacían, y ese fue un error que tuve que corregir a costa de afrontar mi pasado. Los últimos meses antes de la tragedia de Heiligen, ellos estaban obsesionados con un par de descubrimientos que, según el alquimista, podrían ser el camino a poderes inimaginables.

Esa investigación hizo que el alquimista y mi hermano dedicara tanto tiempo a su trabajo que, durante ese tiempo, apenas llegábamos a cruzar palabras unas dos veces al día. No es de extrañar entonces que yo desconociera completamente la naturaleza de su investigación.

Ellos no estaban en Heiligen cuando ocurrió su tragedia. Habían partido a Europa en búsqueda de un asesor que les ayudase a completar un hechizo. Se suponía que el viaje solo duraría menos de un mes, pero luego de cuarenta días sin tener noticias de ellos, comencé a pensar que algo había salido muy mal en ese viaje.

Tres meses habían pasado ya cuando descubrí lo que se avecinaba sobre Heiligen, y partí de allí al siguiente día directamente hacia el lugar donde se suponía que habían ido. Yo estaba huyendo, lo admito, pero también esperaba encontrarlos. Lo que ocurrió después es otra historia que te contaré más adelante. Lo que nos atañe ahora es la razón por la cuál tuve que regresar a Heiligen en contra de mi voluntad.

Verás, yo no podía llevarme un gran equipaje cuando partí de Heiligen. De hecho, no llevé conmigo ningún objeto. Yo solo me infiltré en una carreta que me llevó al lugar correcto para infiltrarme después en un barco. Luego de eso viví una vida de nómada que me dio una gran paz durante muchos años.

No diría que tenga algo de qué arrepentirme ni nada que reivindicar de mis vivencias de entonces. Era bastante solitario, aunque para las expectativas de la mayoría, aún sigo siéndolo.

Pasaron siete años antes de que pudiera regresar a Heiligen. Todo por el hecho de que aquello que mi hermano y el alquimista hacían, aquello a lo que no le había prestado atención, podía arrojar luces al fin sobre su destino.

El alquimista anotaba todo lo que hacía. Guardaba un diario consigo a donde fuera para escribir y respaldaba en copias todo cuanto era importante. Esa información estaba bien refugiada en su laboratorio, ubicado en el sótano de nuestra casa, en un cofre cuya llave no era física, sino mágica.

No sabía si iba a ser capaz de abrirlo, pero debía intentarlo. A esas alturas parecía demasiado insensato no completar esa investigación, y demasiado ingrato no hacer mi mayor esfuerzo para saber qué les había ocurrido. No me podía permitir darme por vencido.

Entonces regresé a aquél paraíso convertido en infierno. Vi que se habían vuelto opacas la coloridas calles que solía recorrer. Vi las casas vacías, invadidas por polvo y rodeadas de maleza. Vi que la lluvia había hecho mella en los tejados, y en cada pared el agua había dejado rastros mohosos de su camino hasta el suelo.

Nada quedaba de esa colonia vibrante y alegre que había conocido. Heiligen se había convertido en un pueblo maldito, y la razón de ello podía estar entre las notas del alquimista. Cuando entré a mi antiguo hogar, suspiré por la nostalgia, pero no me dejé atrapar por ella. Vi mi infancia y juventud reflejada en cada rincón, pero todos esos fantasmas no podían desviarme de mi camino.

Me dirigí hacia el sótano, hasta el dichoso cofre, y lo encontré completamente intacto. Creo que suspiré en ese momento, y me tomé unos segundos antes de alcanzarlo con mi pata. Afortunadamente, solo eso bastó para que abriese.

Las notas del alquimista eran extensas. Encontré más de una docena de cuadernos llenos de extremo a extremo. No perdí mi tiempo con ellos. El cuaderno que necesitaba era el único entre ellos que todavía tenía algunas páginas en blanco. Cuando lo encontré, para mi sorpresa, descubrí que el centro de esa investigación era nada menos que los sueños de Michí.

Por cierto, se me pasó por alto decirte que no estaba solo en ese momento.


"Los Cuentos de Mizú" es una antología de cuentos de horror escrita por Eddie Alba e ilustrada por Julian Met'yu. Esta nos lleva a conocer las historias del distinguido y desaliñado Mizú, un gato experto en ciencias oscuras y gran conocedor de leyendas que investiga las interacciones de los seres humanos con lo sobrenatural.


Descubre los cuentos:

○ Primera saga: Heiligen Mutter

Prefacio
El ritual
El revolotear de las moscas
El último y pútrido aliento
La maldición de Heiligen
Mi última noche en Heiligen

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✏️ Dibujo| Drawing: Julian Met'yu

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✒️ Edición de | Edition By: @huesos with PicsKit

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