Saludos compañeros amantes de la literatura.
Con mucha alegría por la oportunidad de sentir y escribir sobre lo real maravilloso participo en el homenaje que la comunidad de #Literatos hace al magnífico escritor Julio Cortazar.
Fuente
Örasimi
Abajo deambulan los grandes mamíferos, pumas, cunaguaros, tigres, ante cuyas presencias se resguardan presurosas los más pequeños, las dantas, las lapas, los venados... También caminan, sobre la arenisca roja, indiferentes a la fina lluvia, con un paso imparable, silencioso y seguro, los hombres de la selva. A sus espaldas, desde los altos farallones de los cilíndricos y coloridos cerros caen, recién nacidos, los más imponentes ríos.
La cercanía del poblado hace correr a Madowani que ha divisado a lo lejos a Örasimi.
Para ella ha recogido del camino una flor en forma de pájaro que entrega con alguna fruta silvestre y ha armado un cucurucho con hojas de plátano donde ha reunido caracolitos de río, hormigas culonas, alguna araña mona, entre otras sabrosas ofrendas recogidas en el camino, amén de un puñado de deliciosa arcilla blanca.
La entrega se realiza sin aspavientos, Örasimi, con su sonrisa en flor recibe el gesto.
— ¿Kabrá? — La joven pregunta qué significa el regalo.
Su palabra es una corta melodía perfumada que incita a Madowani a decir en voz alta que la quiere.
¿Kahewe pi`sá!
—¿Kabrá? —la interpelación ahora pretende hurgar en los sentimientos del enamorado. Él siente que la selva se reduce al brillo de sus ojos, a la blancura de sus dientes. Las palabras brotan solas, le dice que la encuentra muy bien para él.
—Kahé we toitepui taló.
Örasimi tapa su boca con su mano mientras le responde que está de acuerdo, que él debe hablar con su papá.
—Eheé. Toitepui. Iba-hawaná Sahabalé.
Madowani quiere alimentar esa noche una gran fogata. Örasimi no oculta su sonrisa ni su orgullo.