Feliz tarde amigos de Hive. Espero en Dios Todopoderoso que se encuentren bien. Hoy quiero compartir con ustedes un relato corto. Espero que les guste.
Laura suele recordar con mucha nostalgia su niñez. Vivía en un lugar rural apartado de la ciudad, lo suficientemente silencioso como para escuchar cada vez más fuerte los gritos de su padres. Siendo única hija, no tenía en quien apoyarse. Su madre era alcohólica y su padre un hombre extremadamente violento. Cada vez que sus padres comenzaban a pelear, Laura salía al jardín a contemplar los arboles, aunque no eran frondosos, ella admiraba la firmeza de esos troncos, porque a pesar de recibir vientos fuertes permanecían de pie.
Los bulliciosos gritos de sus padres, le ocasionaban dificultad para respirar, cada día sentía como ganaba kilos su dolor. Su corazón latía rápidamente, solo presionaba sus puños para contener sus ganas de llorar. Anhelaba a cada instante ser uno de esos arboles que observaba.
"Si tan solo pudiera convertirme en un árbol- pensaba Laura- no me sentiría tan asustada, ni tampoco escucharía el llanto de mi mamá cuando mi papá le pega y mucho menos vería las heridas que le deja. Deseo ser un árbol- repetía Laura en su mente- para no tener corazón y sufrir tanto. No me importaría si tuviera que mojarme en la lluvia, ni tampoco llevar sol y no me dolería que el viento me quitara las ramas. Diosito te pido que me conviertas en un árbol."
Pasaron los años, Laura creció y pudo irse de ese terrible lugar, que lejos de ser su hogar, era un foco de tristeza y llanto. Pensó que al salir de allí su dolor desaparecería y por fin sería feliz, pero Laura jamás conoció la felicidad, porque aunque nunca llego a ser un árbol, sus raíces eran lágrimas, penas y dolor.
