Fuente: Pixabay
Las nubes comienzan a acumular,
desde el fondo gris de la mañana,
nubes que traen la humedad,
nubes que anteceden la migraña,
lluvia que juega en el vendaval,
nubes que sueltan relámpagos y truenos.
Y el domingo se inicia frío
con el peso del trasnocho,
de la “diversión” de la víspera.
He pasado una noche de estornudos,
tirado en la cama que ya es un lío,
cien elefantes bailaron a mi alrededor.
Tuve sueños de vaivenes, de inmersión,
en las olas de un mar nocturno.
Cualquiera que vea mi cara,
pensará que fue una noche de
diversión,
de un sábado cualquiera de barra.
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Lo único grato fue recordarte, entre estornudos,
y desearte entre una pesadilla de tigres y elefantes,
y gritos y mariposas y luciérnagas gigantes y gemidos.
Te recordé a mi lado, recostados de un pino,
en los mejores años de nuestras vidas,
cuando compartíamos una botella de vino,
mucho antes de aparecer las heridas.
Te ví correr entre los árboles y zarzas,
entre saltos y risas, te ocultaste,
entre retos “a que no me alcanzas”
y el premio “si me das un beso”.
Te recordé vestida de azul,
en un matrimonio me esperaste,
cuando regresé de las arenas de la sabana.
Tu gozo, tu ilusión en los ojos, tu esperanza.
Ahora, en este domingo de octubre,
después de una noche de estornudos,
quiero besar cien veces tu boca de miel,
embriagarme en tu olor de flores silvestres,
sentir tu mirada infinita, sentir tu piel,
y que tus brazos hagan en mi espalda un nudo,
y nuestras piernas se entrelacen,
en la unión ritual de nuestro amor.
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"Todavía tengo casi todos mis dientes",
a pesar de los estornudos de anoche,
a pesar de los marcas de la frente,
a pesar de la fiebre y el derroche,
todavía tengo mis recuerdos vivos.
Todavía añoro tu actitud traviesa,
en el aquí y en el allá, y en el ahora,
tu ingenua sonrisa en nuestro retrato,
el sonido de tu risa que enamora,
con tu traje bordado de azul princesa,
todavía existe el amor en el ocaso.
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