MI EXPERIENCIA COMO ESPECTADOR DEPORTIVO.

Los que me conocen saben muy bien que no soy un gran aficionado a asistir a eventos deportivos. Siempre he dicho que con la aparición de la tv y su famosa cámara lenta los deportes me parecían mejor en la comodidad de una sala con las respectivas bebidas y comidas acordes con el momento. Sin embargo, esta creencia no me ha impedido vivir algunas experiencias deportivas desde las gradas como un candente juego de béisbol en el estadio Universitario de caracas entre los Gloriosos Leones del Caracas y los escualos de la guaira, la segunda rivalidad beisbolistica del país, o un juego de fútbol en el Monumental de Maturín pero ninguna experiencia previa supera a la emoción, adrenalina y nervios que sentí cuando vi por primera vez a mis hijos David Alejandro y David Ricardo combatir en su primer campeonato de Jiu jitsu.

Una cosa es gritar y aupar a un jugador solo conocido por su fama, insultar a un árbitro que se vendió por no pitar una falta o cantar un penalti dónde no lo hubo y otra cosa es ver como a tus hijitos como se enfrentan en lucha cuerpo a cuerpo con un luchador. El saber que uno de tus hijos puede ser lesionado en fracciones de segundo es una vaina indescriptible.

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Cuando mi esposa y yo decidimos apoyar a nuestros hijos en su deseo de practicar esta milenario arte marcial japonés lo hicimos pensando en los beneficios físicos y mentales que le aportaría, así como la disciplina y los hábitos que implica entrenar más de 8 horas a la semana. Nunca nos imaginamos que prontamente nuestros hijos desarrollarían habilidades casi que innatas para este deporte. Aun hoy después de tantos años el ir a entrenar les dibuja una sonrisa en su rostro.

Con apenas transcurridos unos meses de intenso entrenamiento, un buen día, al ir a buscarlos a clases nos informan muy emocionados que van a participar en un primer campeonato OPEN nacional que se realizaría aquí mismo en nuestra ciudad, que no tendríamos que preocuparnos por el viaje ni nada esos gastos . Como padres nuestra primera reacción fue una mezcla de alegría, asombro y un poco de miedo por tan temprana selección. Al otro día raudos y veloz fuimos a conversar con el entrenador el cual nos dijo tranquilos los morochos son unos duros (apenas 12 años) y eso es un momentito. Las palabras del profesor nos tranquilizaron por unos días.

Llegado el tan esperado día del evento nuestra angustia comenzó cuando nos enteramos que en el jiu jitsu no se combate por cintas si no por peso y categorías de edad. Mis hijos por haber nacido en el mes de enero siempre han sido los más pequeños de las categorías por edad y siempre estaban en el límite inferior de la categoría por pesos. Cuando vimos los primeros contrincantes de mayor estatura y de mayor peso corporal así como de cintas más avanzadas comenzó nuestras angustias. Gritar árbitro vendió o decir que era trampa, me hubiese servido de desahogo pero también me habría hecho quedar como un tonto desconocedor de las reglas milenarias.

Asi empezamos el vía crucis con los dos primeros combates, ver que le aplicaban a nuestros bebes llaves como mata león, kimuras, palanca de brazos o las benditas proyecciones que lo hacen volar como aves no es nada fácil. Por cierto cuando eran ellos quienes la aplicaban a mi esposa le atacaba los nervios porque podrían lesionar al otro adolescente.

Los dos salieron victoriosos de sus primeros combates en un campeonato, entre el miedo, el susto y la alegría de este primeriza celebración, se nos acercó el segundo profesor y nos preguntó ¿tuvieron miedo? antes de poder responderle nos dijo bueno prepárense para la final allí si van a sufrir. Esto nos dejó con mucha inquietud y empezamos a preguntarle a otros padres que habría en la final, será que es un MORTAL COMBAT.

Pronto comprendimos que se nos vendría un combate final de muchos nervios y angustias, un combate que se repetiría muchas veces en esto últimos 6 años. En la categoría en cuestión solo se prestaron 5 luchadores por sorteos previos un ganador del primer combate iría directo a la final y el otro tendría un segundo combate para poder pasar a al final. Allí comprendimos que podría haber una final electrizante para nosotros como padres espectadores.

Tal como lo había pronosticado el profesor en la mañana de un largo día de competencia llego la tan esperada final en la categoría de menor de 14 años. En ese momento todos los demás tatamis de combates quedaron vacíos, todos los participantes de las academias de diverso lugares de Venezuela se sentaron alrededor del tatami juvenil. El gran evento del día estaba por iniciar, algo inédito algo que no había sucedió antes el combate por la medalla de oro de dos hermanos gemelos. Todos nos preguntaban a quien le vas, todos gritaban ¡a que gana un morocho! ¡A morocho voy! Si ver a tu hijo pelear es difícil imagínense verlos a dos enfrentarse por una medalla que los dos deseaban con el corazón

Es una sensación indescriptible durante los 10 minutos que duro en combate, optamos por guardar un silencio angustioso, como aplaudir a un hijo que va ganándole a otro hijo, como decirle que no aplique una técnica o como decirle al otro que se zafe con algún movimiento. Esto es muy difícil.

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Como en todo deporte de combate y más aún en este arte marcial debe haber un ganador, gracias Dios nuestros hijos han combatido unas cuantas veces pero han dejado en el tatami de lucha la rivalidad y han desarrollado un espíritu de compañerismo y una hermandad que nos hace sentir unos padres orgullosos.

Fotos tomadas con mi teléfono

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