Insomnio - Relato


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Insomnio

La muchacha tenía cabellos largos, del color de la corteza de un árbol. Desde la perspectiva de Lucian, solo se la podía ver de espaldas, un brazo en movimiento hacía entender que estaba escribiendo en su cuaderno.

—La sigues mirando —dijo Maryse, apoyando la barbilla en la palma de su mano. Lucian se sobresaltó, y miró alrededor para confirmar que nadie había escuchado.

—Claro que no —respondió. Al ver la expresión de su amiga, añadió—: bueno, solo un poco.

—Claro, solo un poco y casi la desgastas. Casi no va a quedar nada de…

—Bueno, ya está bien —dijo, asustado, al ver que Maryse subía alarmantemente el tono de voz. Tomó sus cosas del asiento y salieron del aula, tenían una hora libre antes de la próxima clase.

—¿En verdad ibas a decirlo en voz alta?

—No, pero es gracioso cómo te asustas.

Lucian negó con la cabeza, pensando que su amiga era malvada. Entraron a la biblioteca y se sentaron en el mismo lugar de siempre, algo que venían haciendo desde meses atrás, al descubrir que la biblioteca era más cómoda que los bancos de la plaza del instituto.

Maryse sacó el tablero de ajedrez y juntos empezaron a ordenar las piezas, eligieron quién sería los blancos y los negros y empezaron a jugar.

—¿Por qué es que no quieres competir? Explícamelo otra vez, todavía no lo logro entender.

Lucian mostró una media sonrisa y movió su pieza.

—Las competencias te las dejo a ti.

Maryse siguió insistiendo, pero dejó de hacerlo al ver que no iba a lograr nada con su amigo. Lucian podía ser obstinado y decidido, una vez que se decidía a algo, no había nadie quien lo hiciera cambiar de opinión, excepto, quizá, su autoritario padre.

—¡Te gané! —exclamó ella al rato—. ¿Otra?

Al ver la desgana en el rostro de Lucian, guardó el tablero. Se quedó quieta, mirándolo, pero este no le dijo nada. Tenía la mirada perdida.

—¿Qué te ocurre?

—Nada, estoy cansado, no dormí bien.

—¿Sigues teniendo pesadillas?

—Algo así.

—Siempre tan misterioso. ¿Sabes qué puedes contar conmigo, no? Te lo he dicho muchas veces, si algo ocurre, quizá podamos solucionarlos juntos.

Lucian asintió y sonrió, aunque el gesto fue forzado. ¿Cómo explicarle a su amiga que no tenía pesadillas, sino insomnio? ¿Cómo decirle que la causa de su insomnio se encontraba más allá de las páginas que había leído, encerrada en algún lugar? ¿Cómo explicarle lo irreal que se sentía todo, lo extraño y confuso que era? ¿Cómo decirle que desde ese entonces no sabía qué hacer, si es que acaso había que hacer algo?

Asintió, y nada más.


Partes de esta historia

El punto de partida

Las primeras anotaciones

El corazón entre las sombras

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Ecency