Apariencias: No siempre todo es lo que parece | Relato

Había mucha gente en las afueras de la casa de Ana, todos se preguntaban qué pasaba, pero nadie daba respuestas, mientras tanto las horas pasaban, anunciando que la luz del día pronto se iría y vendría la noche.

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Ana, una hermosa joven, muy alegre, a todos en su vecindario saludaba cuando salía camino a la universidad o iba de shopping a algún centro comercial.

Tenía pocos amigos, a pesar de ser muy sociable. Dirigía el movimiento estudiantil, era muy buena estudiante y además una hija que siempre mostraba amor y respeto a sus padres.

Parecía ser casi perfecta, tanto que pudiera ser mentira. Sin embargo cada noche Ana, lloraba en su soledad, ya que a pesar de estar rodeada de mucha gente, se sentía completamente sola.

Ella había tenido algunos novios, pero ninguno valió la pena, un día un chico que parecía ser diferente se acercó a ella y le dijo que tenía algo triste en su mirada y entre palabras logró conquistar su corazón, aún cuando ella había decidido no abrir nunca más las puertas al amor.

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Pasaba el tiempo y se sentía por primera vez acompañada, ya no solo era ella quien brindaba atención a otros y ayuda, ahora era ella quien recibía de eso que tanto daba.

Para evitar la maldad e envidia de la gente mantuvo su relación con este joven oculta, algo con lo que él nunca estuvo de acuerdo, pero terminó aceptando. Nadie lo conocía y mucho menos se imaginaban que Ana tenía un novio pero si habían notado cambios.

Ana comenzó a faltar a algunas de sus responsabilidades, ya no la veían de manera tan frecuente en los sitios a donde antes iba. Pocas veces se sentaba a hablar con sus padres y pasaba horas encerrada en su habitación.

En una ocasión, mientras estaba con el chico que tanto amaba, la pasión pudo más y estuvieron juntos, ella se sentía realmente feliz, creía vivir un sueño. Pasaron varios meses y ella no podía creer que esto fuera duradero.

Un día mientras Ana caminaba por los pasillos de la Universidad se sintió mal, fue corriendo al baño y comenzó a vomitar, las sopechas comenzaron, quizás se trata de un embarazo pensó y sin decirle nada a su novio, se hizo una prueba la cual resultó ser positiva.

Las ilusiones de Ana se fueron al suelo, su sonrisa se borró de su rostro, ella solo quería tenerminar su carrera, conservar su relación y viajar. Todo esto le impediría cumplir sus sueños y además temía que su novio al enterarse ña dejara, ya que así siempre pasaba a otras chicas.

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Tuvo días de angustia, pensando en que hacer y nadie le decía que una vida se formaba en su vientre, un secreto tras otros, mentiras y más engaños, la vida de Ana, la mejor hija, estudiante y niña del barrio, comenzó a cambiar tanto, que ya pocos la recinocian de los cambios que había dado.

Su novio, quien no podía entender algunas actitudes de Ana, sospechaba que algo raro pasaba. Ella ya no se dejaba tocar por él y evitaba estar juntos, al punto que llegó a pensar que ella simplemente ya no lo quería, ya que en ocasiones ni el teléfono le contestaba.

Una mañana de Abril, mientras el otoño hace que las hojas de los árboles caigan y la brisa las hace bailar a su pasar, Ana salió de su casa con una decisión firme la cual solo ella conocía. No tendría a su bebé, esto le garantizaría graduarse, mantenee su relación y viajar, así que fue a practicarse un aborto.

Llegó a la Clínica con miedos y dudas pero nunca cambió de parecer, luego de un breve reposo, le dieron de alta, su vientrr nuevamente vacio y a quien en el estaba, ella nunca quiso ver. Sin siquiera botar una lágrima tomó camino a su casa y decidió seguir su vida como si nada.

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—¡Tienes otra vez esa mirada triste y profunda!— le dijo su novio, al otro día verla. Lo cierto es que a Ana, le costaba sonreír, ya no era igual, aunque ella trataba de hacer como si nada había pasado, sus hechos atormentaban su mente, pasaba noches enteras sin poder dormir.

Una tarde, no pudo soportarlo más y le contó a su novio que se había hecho una prueba de embarazo la cual resultó ser positiva pero que ella sabía que el no quería y este no pudo contener la emoción y comenzó a gritar de eufórico lo feliz que estaba, pues sería papá.

Al ver la reacción del chico, Ana se dio cuenta del gran error que había cometido por culpa de sus miedos y por asumir cosas sin hablarles antes. Su novio si quería ser papá, el prometió ser su compañero siempre y cuidar juntos de un niño que ya no estaba y que al final ella no tuvo el valor de dicirlo.

Una vez más Ana guardando secretos que carcomian su alma y no la dejaban en paz, muchos menos por la noche, donde el silencio de la ciudad y los coches desaparecen pero el ruidi de los pensamientos es más fuerte.

Amaneció y estaban allí, mucha gente alrededor de su casa, nadie sabía lo que pasaba y muchos entre si murmuraban sacando sus propias conclusiones. Llegó la ambulancia demasiado tarde y la policía alejaba a todos lo más posible. A lo lejos se veía a una mujer llorar y pegar gritos inconsolables, gritos de esos que hacen que tu piel se erize del dolor ajeno.

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Y allí estaba él, mirando desde lejos, sin mucho que poder hacer, sin que nadie pudiera consolar su dolor. Ana había acabado con su vida pues la culpa pudo más que ella. Él sin poder decir nada, pues nadie sabía quien era, sin podee pedir explicaciones pues ella nunca le dio un lugar antes los demás y mientras todos lo juzgaban.

El rumor era inevitable, un chico la enamoró, se aprovechó de ella, luego que la dejó embarazada la obligó a abortar y ella acabó con su vida ¡El chico es el culpable! Decia la multitud que rodeaba la casa y él seguía mirando de lejos, pues culpa no tenía pero tampoco las formas de defenderse.

La historia al final quedó así, siendo él el único culpable, cuando su culpa fue solo amar a un ser que estaba lleno de misterios y mentiras a causa de sus inseguridades, lo cual la llevó a su triste final.