[ESP-ENG] LOS HOMBRES FURIOSOS

Tengo una anécdota de cuando era niño. Anteriormente, las personas buscaban métodos extraños para disminuir el estrés, la ansiedad y la depresión. Estos usos para la salud mental, pueden parecer inocentes, divertidos, incluso servir como ejercicios para el estado físico, pero detrás de ellos hay un extraño vinculo; algo que traspasa los límites de la normalidad y se adentra hacia los terrenos inhóspitos de lo esotérico.

Cada noche mi padre se levantaba de la cama mientras todos dormíamos. Mi habitación quedaba contigua a la de mis padres, y el suelo, aunque era de concreto, era bastante ruidoso por el tipo de cerámica que lo cubría; especialmente cuando se usaban botas pesadas al caminar.

Casi siempre era así, mi padre usaba esas botas pesadas que me despertaban ya después de medianoche. Ya despierto, era demasiado difícil para mí volver a conciliar el sueño, y una noche, decidí seguirlo, pues me mataba la curiosidad y ya no podía dormir.

Silencioso esperé a que saliera de la casa. Me puse los zapatos que hacen menos ruido sobre la grama. Salí despacio y desde la distancia lo avisté, se dirigía hacia la casa de uno de los vecinos. Entró por la entrada hacia el patio, me pareció muy extraño que no usara la puerta principal. Intenté moverme rápido para no perderme detalles, y al estar cerca y observar por un orificio, vi una gran luz que iluminaba hasta donde mi vista podía atisbar.

Al acércame más, me di cuenta de que se trataba de una gran fogata, rodeada de hombres sin camisa con los torsos descubiertos y pintados de rojos, y gritaban y bramaban con fuerza, como si se prepararan para una batalla campal.

Mi padre estaba entre ellos, casi al frente de la gran llamarada, y hasta donde estaba podía detectar individualmente su voz ardida e irascible. Pude identificar a varios de los demás presentes, entre ellos estaba el señor Anselmo; padre de mi amigo Luis, y también estaba el señor Tobías, dueño de un pequeño mini mercado que quedaba por allí cerca.

Pude identificar a otros más, pero mencionarlos es una trivialidad, lo que me llamaba la atención era lo que hacían y por qué lo hacían. Desde esa perspectiva pensaba que estaba presenciando un aquelarre de hombres frenéticos que entregaban su energía al ardiente fuego, pero no era a las llamas a quienes mi padre y los demás señores convocaban, sino a algo superior y consciente.

Seguí observando con detenimiento hasta entender lo que hacían, cuando de repente, vi como las llamas de la fogata se incrementaban y ondulaban enardecidas. Varias cúpulas de fuego se separaron de la llamarada y luego se disolvían en el aire. El fuego desde su base se incrementaba e impresionado veía como adquiría varios metros de altura. A medida que este crecía, todos los presentes comenzaron a gritar con fuerza energúmena; por un momento pensé que sus cuerdas vocales se romperían.

Mi asombro parecía no tener límites cuando de pronto vi que todos comenzaron a levitar, y desde el fuego pude atisbar espantado un rostro; con ojos rojos y centellantes que se clavaron en mí como dos láseres.

Huí de allí despavorido hacia mi casa para resguardarme de nuevo entre mis sábanas. Esa noche dormí poco con el miedo lacerante en mis entrañas. Al despertar y salir de mi habitación, el primer rostro que vi esa mañana fue el de mi padre sonriendo, me dio los buenos días como si nada y luego se alejó, pensé que me diría algo relacionado con la noche anterior, pero no fue así.

Seguí teniendo miedo por un tiempo, hasta que un día comprendí lo que mi padre y los vecinos hacían, y, una noche de gloria, fui ascendido para pertenecer a la hermandad de los hombres furiosos.